sábado, 14 de febrero de 2015

Religión y educación integral.


Religión y educación integral

Artículo de José Bidaria.


 Secularismo, laicismo y relativismo se estén convirtiendo en la tiranía de los mal llamados demócratas. Un engaño en el que muchos caen.

La laicidad del Estado debe suponer neutralidad ante las diversas creencias religiosas. Los poderes públicos deben prestar su colaboración con todas ellas en la medida en que contribuyan al bien común de la sociedad.

El Documento final de la Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos, organizada por las Naciones Unidas en 1933, pide a los Estados “orientar la educación hacia el pleno desarrollo de la persona y el reforzamiento de los derechos humanos y las libertades fundamentales”. “Se trata de una educación integral: una educación que sea capaz de preparar hombres autónomos desde el punto de vista moral, y respetuoso de la libertad y la dignidad del otro; he aquí el objetivo esencial.

La educación entendida como formación humana, intelectual y técnica es importante pero le faltaría algo necesario si se dejara a un lado o se menospreciara la parte trascendental o religiosa.

¿Cómo se puede comprender la cultura europea desde las obras de arte hasta las obras literarias de nuestros clásicos, desde las composiciones musicales de nuestros músicos más importantes hasta los sistemas filosóficos que hunden sus raíces en el pensamiento actual, sin tener en cuenta el pensamiento religioso que, en muchos casos, las inspiraron?

Igualmente, cuestiones como, por ejemplo: ¿Qué lugar ocupamos en el cosmos, estamos solos, o gozamos de asistencias suprahumanas? ¿La vida tiene algún sentido o está regida por el puro azar? ¿Hay un Dios? ¿Qué pasa más allá de la muerte? ¿Merece la pena hacer el bien? ¿El sufrimiento tiene algún sentido? ¿Cómo ha tratado el hombre, a lo largo de la historia, de responder a estos interrogantes? Todas estas preguntas inquietan profundamente a todo ser humano, y no sólo al religioso.

Del mismo modo valores como la verdad la sinceridad, la justicia y generosidad, la libertad o la templanza han encontrado en la civilización cristiana una verdadera dimensión humanística.

¿Tiene por tanto sentido hurtar a la educación en nuestra educación pública de esa dimensión religiosa innata en el ser humano? Sería una verdadera insensatez hacerlo.

Pero merece la pena echar una ojeada a nuestro entorno, los países europeos más desarrollados, para darse cuenta que ellos si han tenido muy en cuenta todos estos razonamientos y han incorporado a sus currículums escolares la educación religiosa como valor para la sociedad. En unos casos obligatoriamente en otros de forma voluntaria.

Por ello, el Estado tiene la obligación moral de ofrecer la educación en esos valores, siempre respetando la libertad de elección de las familias para que sus hijos reciban una educación integral, que se merecen como seres humanos.

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