Religión y educación
integral
Artículo de José
Bidaria.
La laicidad del Estado debe
suponer neutralidad ante
las diversas creencias religiosas. Los poderes públicos deben
prestar su colaboración con
todas ellas en la medida en que contribuyan al bien común de la sociedad.
El Documento final de la
Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos, organizada por las Naciones
Unidas en 1933, pide a los Estados “orientar la educación hacia el pleno
desarrollo de la persona y el reforzamiento de los derechos humanos y las
libertades fundamentales”. “Se trata de una educación integral: una educación
que sea capaz de preparar hombres autónomos desde el punto de vista moral, y
respetuoso de la libertad y la dignidad del otro; he aquí el objetivo esencial.
La
educación entendida como formación humana, intelectual y técnica es importante
pero le faltaría algo necesario si se dejara a un lado o se menospreciara la
parte trascendental o religiosa.
¿Cómo
se puede comprender la cultura europea desde las obras de arte hasta las obras
literarias de nuestros clásicos, desde las composiciones musicales de nuestros
músicos más importantes hasta los sistemas filosóficos que hunden sus raíces en
el pensamiento actual, sin tener en cuenta el pensamiento religioso que, en muchos casos, las
inspiraron?
Igualmente,
cuestiones como, por ejemplo: ¿Qué
lugar ocupamos en el cosmos, estamos solos, o gozamos de asistencias
suprahumanas? ¿La vida tiene algún sentido o está regida por el puro azar? ¿Hay
un Dios? ¿Qué pasa más allá de la muerte? ¿Merece la pena hacer el bien? ¿El
sufrimiento tiene algún sentido? ¿Cómo ha tratado el hombre, a lo largo
de la historia, de responder a estos interrogantes? Todas estas preguntas
inquietan profundamente a todo ser humano, y no sólo al religioso.
Del
mismo modo valores como la verdad la sinceridad, la justicia y generosidad, la
libertad o la templanza han encontrado en la civilización cristiana una
verdadera dimensión humanística.
¿Tiene
por tanto sentido hurtar a la educación en nuestra educación pública de esa
dimensión religiosa innata en el ser humano? Sería una verdadera insensatez
hacerlo.
Pero
merece la pena echar una ojeada a nuestro entorno, los países europeos más
desarrollados, para darse cuenta que ellos si han tenido muy en cuenta todos
estos razonamientos y han incorporado a sus currículums escolares la educación
religiosa como valor para la sociedad. En unos casos obligatoriamente en otros
de forma voluntaria.
Por
ello, el Estado tiene la obligación moral de ofrecer la educación en esos valores,
siempre respetando la libertad de elección de las familias para que sus hijos
reciban una educación integral, que se merecen como seres humanos.
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