Ver o no ver
MAITE PAGAZAURTUNDÚA RUIZ. EL CORREO (27/01/14).
Andoni Unzalu,
como hombre dotado de gran agudeza intelectual, hacía referencia en este medio
a que el fenómeno terrorista de ETA es un problema de la sociedad vasca, no un
problema privado entre los asesinos y las víctimas, y que –aunque se tiende a
pensar lo contrario– son los presos los que más necesitan reconocer su pasado
de locura. Podría añadirse incluso que esto les interesa tanto a los que lo
necesitan para acogerse a los generosos programas de reinserción como a los que
han cumplido condena.
Se podría
matizar la cuestión de que no se puede calificar exactamente como locura el
sectarismo extremo que ha llevado a matar y a seguir buscando el dominio de los
demás por no compartir las ideas de los nacionalistas vascos. Unzalu
consideraba además que la culpa criminal del terrorismo se soluciona por la ley
y el sistema judicial.
Le preocupaba
muy especialmente el proceso de ocultamiento de la culpa política activa,
entendida como el soporte intelectual, apoyo social y amparo al terrorismo.
Aunque no lo desarrollaba en su artículo, citaba la existencia de la culpa
pasiva, ésa que podríamos convenir como la indiferencia o tolerancia a la
persecución y huida de miles de personas. Unzalu señalaba directamente a la
responsabilidad de los terroristas de salón que alentaron a otros al delito,
mientras ellos aprovechaban el ambiente para acceder a puestos en la EiTB, en
la Universidad, en el poder político…
Su aportación es
muy importante, pero podría añadirse que la perversión de hacer desaparecer la
cuestión de la culpa política está ligada a la gigantesca operación de buscar
la impunidad sobre tantos delitos juzgados o no. Veamos. El Plan del
lehendakari no se soporta sobre los anclajes que señala Unzalu. La cuestión de
la responsabilidad se ha desvanecido para comodidad del entorno de ETA y del
suyo propio, pero sobre todo, para dibujar las piezas de un falso escenario de
conflicto armado, no de terrorismo local.
De esta manera
hace posible lo que el mundo de ETA y él mismo desea: el encaje de una supuesta
‘normalización’ y de un ‘proceso de paz y reconciliación’, utilizando
torticeramente los principios del Derecho Humanitario Internacional, que acoja
‘terceros verificadores’ y sobre todo, actuaciones ‘contra legem’, saltando por
encima de la responsabilidad criminal, esto es, buscando la impunidad sobre la
aplicación de la justicia, entendida como investigación, enjuiciamiento y
cumplimiento de una pena proporcional. El plan es un terrible y cruel truco.
El interés común
de los nacionalistas ha producido un nuevo artefacto sofisticado de
manipulación colectiva. Ver o no ver, una vez más, nuestro reto.
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