lunes, 16 de febrero de 2015

Fanatismo y violencia



¡Qué malo puede ser Dios!



Extracto del artículo de JESÚS LAÍNZ.
LIBERTAD DIGITAL (14/02/15)

Lo que define al ser humano, más que por ser racional, es el ser religioso. Los creyentes reivindican el ”impulso religioso” como prueba de la existencia de Dios, que habría colocado en nuestro interior ese deseo innato de religarnos con él. Los no creyentes, por el contrario, afirman que dicho impulso no es más que el refugio irracional ante el miedo a la muerte y la dificultad de aceptar que con ella se acaba todo.


La clave del comportamiento de los hombres en nombre de Dios no se encuentra, sin embargo, en Dios, sino en los hombres, pues el mal que éstos hagan siguiendo imaginadas instrucciones divinas es culpa exclusiva de ellos. Lo siento por los optimistas antropológicos, pero todo lo que tocan los hombres, sobre todo cuando lo hacen en grupo, es susceptible de convertirse en un horror; incluida la religión, ese impulso que, en teoría, debería tirar de nosotros hacia arriba. Pero, lamentablemente, desde hace milenios la religión ha servido sobre todo para que cientos de millones de personas se entreguen a las más salvajes supersticiones. Y sin distinción alguna de dioses, credos y culturas.


Ahí está, por ejemplo, la matanza de animales que los nepalíes hacen cada cinco años en honor de la diosa Gadhimai: miles de búfalos, cabras, ovejas y aves acuchillados por una turba de alucinados. ¡Ni El Bosco! Y recuérdense los larguísimos siglos de guerras entre los seguidores de Mahoma y los de Cristo, así como entre las diversas maneras de concebir a este último. Porque el cristianismo, religión mayoritaria en Europa durante casi dos milenios, no ha sido inmune al fanatismo, la ignorancia, la superstición y la violencia.


El dominio cristiano en Europa fue incontestado hasta la Edad Contemporánea y, para bien o para mal, ha sido la columna sobre la que se sostuvo y se sigue sosteniendo eso que seguimos llamando Occidente. Pero lo que es indiscutible es que en nuestra parte del mundo, construida moral, cultural, artística, jurídica y políticamente sobre el cristianismo, aunque sean cada día menos los fieles de esa religión, hace siglos que no se obliga a nadie a profesar ninguna fe y mucho menos aún se prenden hogueras para castigar a los enemigos de Dios.


Por el contrario, buena parte del mundo islámico sigue anclada en una Edad Media de la que parece que tardará todavía siglos en salir. Y si a eso se le añade el actual estado de la técnica, que permite, junto a las hogueras y las lapidaciones traídas del pasado, los más sofisticados instrumentos de matar del presente, el futuro no se presenta tranquilizador.

Por el bien de toda la Humanidad, el islam, esa vía hacia la divinidad tan buena o tan mala, tan certera o tan falsa como las demás, habrá de reflexionar mucho sobre sí mismo y sobre las sociedades construidas a su sombra.

domingo, 15 de febrero de 2015

El desarme


El desarme



Extracto del artículo de José María Romera en El Correo.

Del cine a la realidad hay una larga distancia. En las películas el desarme del malo se produce de una manera muy simple. Cuando se ve acorralado levanta las manos, deja caer el revólver al suelo y asunto terminado.

Pero en la realidad todo es más complejo, y si no miren estos pobres etarras que al cabo de tres años de abandono de la violencia no logran dar con el modo adecuado de liquidar sus arsenales. Hasta ahora todo se ha reducido a una pantomima en la que dos encapuchados hacían el paripé de sellar cuatro pistolas bajo las miradas de circunstancias de unos llamados verificadores internacionales.

Dado el éxito de aquel video en los círculos jocosos de internet, la experiencia no volvió a repetirse. Ahora los verificadores vuelven a salir a escena para comunicarnos escuetamente que la cosa sigue adelante.

Para no quedarse atrás, el Gobierno vasco ha presentado su propio plan al respecto. Lo ha titulado nada menos que “propuesta de procedimiento para un desarme rápido, viable y efectivo con cobertura social, internacional e institucional. Un convoy inacabable de palabras.

En el documento se percibe la mano del director de Paz y Convivencia Jonan Fernández, propietario de un estilo neobarroco. Donde el sentido común pide la disolución inmediata de la banda y entrega de su armamento, el documento invita a seguir un laberíntico itinerario con varios pasos, a cual más acrobático que más parece una garantía de eternización que un plan de desatasco.

A este paso nuestros nietos asistirán a un goteo de armas entregadas por ETA. Pero entretanto Urkullu y Fernández se habrán convertido en protagonistas de la película. El resto ya podemos esperar sentados, que hay desarme para rato.

Crisis o vuelta a la normalidad



¿Crisis o vuelta a la normalidad?


Extracto del artículo de Ignacio Suárez-Zuloaga en El Correo.


La crisis del 2008 quedó atrás y ahora padecemos la dura resaca. La forzada austeridad nos ha devuelto a lo que realmente somos: un país medianamente rico, con baja productividad e innovación, situado en la periferia de Europa, y tremendamente endeudado.

No hay que confundir deseos con realidades. Se pueden proclamar todas las “conquistas sociales” que se quiera y escribir en las constituciones, que si no hay una economía que las mantenga, resultan ilusorios brindis al sol.

Lo que los dirigentes no quieren admitir ante el electorado es que el Estado de bienestar que pretendemos mantener a toda costa fue producto de una macroestructura que ha desaparecido y que es irrepetible.

El Estado de bienestar resultó sostenible hasta finales del siglo XX debido a las abismales ventajas competitivas que durante décadas tuvieron las potencias europeas respecto del resto del mundo, sólo comparables a las de EEUU y Japón.

Nuestro reto urgente es cambiar expectativas y actitudes. Hablarles claramente a los trabajadores sobre la nueva situación, elaborar un “presupuesto base cero” de gastos financiables con los ingresos previsibles, repartir derechos y responsabilidades racionalmente y ponerse a trabajar todos juntos con la mayor ilusión. Todo lo demás, verborrea populista, alargar un poco más una fiesta agotada, y procurar no estar al frente de la orquesta cuando vuelva  a detenerse abruptamente la música.






sábado, 14 de febrero de 2015

Religión y educación integral.


Religión y educación integral

Artículo de José Bidaria.


 Secularismo, laicismo y relativismo se estén convirtiendo en la tiranía de los mal llamados demócratas. Un engaño en el que muchos caen.

La laicidad del Estado debe suponer neutralidad ante las diversas creencias religiosas. Los poderes públicos deben prestar su colaboración con todas ellas en la medida en que contribuyan al bien común de la sociedad.

El Documento final de la Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos, organizada por las Naciones Unidas en 1933, pide a los Estados “orientar la educación hacia el pleno desarrollo de la persona y el reforzamiento de los derechos humanos y las libertades fundamentales”. “Se trata de una educación integral: una educación que sea capaz de preparar hombres autónomos desde el punto de vista moral, y respetuoso de la libertad y la dignidad del otro; he aquí el objetivo esencial.

La educación entendida como formación humana, intelectual y técnica es importante pero le faltaría algo necesario si se dejara a un lado o se menospreciara la parte trascendental o religiosa.

¿Cómo se puede comprender la cultura europea desde las obras de arte hasta las obras literarias de nuestros clásicos, desde las composiciones musicales de nuestros músicos más importantes hasta los sistemas filosóficos que hunden sus raíces en el pensamiento actual, sin tener en cuenta el pensamiento religioso que, en muchos casos, las inspiraron?

Igualmente, cuestiones como, por ejemplo: ¿Qué lugar ocupamos en el cosmos, estamos solos, o gozamos de asistencias suprahumanas? ¿La vida tiene algún sentido o está regida por el puro azar? ¿Hay un Dios? ¿Qué pasa más allá de la muerte? ¿Merece la pena hacer el bien? ¿El sufrimiento tiene algún sentido? ¿Cómo ha tratado el hombre, a lo largo de la historia, de responder a estos interrogantes? Todas estas preguntas inquietan profundamente a todo ser humano, y no sólo al religioso.

Del mismo modo valores como la verdad la sinceridad, la justicia y generosidad, la libertad o la templanza han encontrado en la civilización cristiana una verdadera dimensión humanística.

¿Tiene por tanto sentido hurtar a la educación en nuestra educación pública de esa dimensión religiosa innata en el ser humano? Sería una verdadera insensatez hacerlo.

Pero merece la pena echar una ojeada a nuestro entorno, los países europeos más desarrollados, para darse cuenta que ellos si han tenido muy en cuenta todos estos razonamientos y han incorporado a sus currículums escolares la educación religiosa como valor para la sociedad. En unos casos obligatoriamente en otros de forma voluntaria.

Por ello, el Estado tiene la obligación moral de ofrecer la educación en esos valores, siempre respetando la libertad de elección de las familias para que sus hijos reciban una educación integral, que se merecen como seres humanos.

viernes, 6 de febrero de 2015

Ver o no ver.



Ver o no ver



MAITE PAGAZAURTUNDÚA RUIZ. EL CORREO (27/01/14).


Andoni Unzalu, como hombre dotado de gran agudeza intelectual, hacía referencia en este medio a que el fenómeno terrorista de ETA es un problema de la sociedad vasca, no un problema privado entre los asesinos y las víctimas, y que –aunque se tiende a pensar lo contrario– son los presos los que más necesitan reconocer su pasado de locura. Podría añadirse incluso que esto les interesa tanto a los que lo necesitan para acogerse a los generosos programas de reinserción como a los que han cumplido condena.

Se podría matizar la cuestión de que no se puede calificar exactamente como locura el sectarismo extremo que ha llevado a matar y a seguir buscando el dominio de los demás por no compartir las ideas de los nacionalistas vascos. Unzalu consideraba además que la culpa criminal del terrorismo se soluciona por la ley y el sistema judicial.

Le preocupaba muy especialmente el proceso de ocultamiento de la culpa política activa, entendida como el soporte intelectual, apoyo social y amparo al terrorismo. Aunque no lo desarrollaba en su artículo, citaba la existencia de la culpa pasiva, ésa que podríamos convenir como la indiferencia o tolerancia a la persecución y huida de miles de personas. Unzalu señalaba directamente a la responsabilidad de los terroristas de salón que alentaron a otros al delito, mientras ellos aprovechaban el ambiente para acceder a puestos en la EiTB, en la Universidad, en el poder político…

Su aportación es muy importante, pero podría añadirse que la perversión de hacer desaparecer la cuestión de la culpa política está ligada a la gigantesca operación de buscar la impunidad sobre tantos delitos juzgados o no. Veamos. El Plan del lehendakari no se soporta sobre los anclajes que señala Unzalu. La cuestión de la responsabilidad se ha desvanecido para comodidad del entorno de ETA y del suyo propio, pero sobre todo, para dibujar las piezas de un falso escenario de conflicto armado, no de terrorismo local.

De esta manera hace posible lo que el mundo de ETA y él mismo desea: el encaje de una supuesta ‘normalización’ y de un ‘proceso de paz y reconciliación’, utilizando torticeramente los principios del Derecho Humanitario Internacional, que acoja ‘terceros verificadores’ y sobre todo, actuaciones ‘contra legem’, saltando por encima de la responsabilidad criminal, esto es, buscando la impunidad sobre la aplicación de la justicia, entendida como investigación, enjuiciamiento y cumplimiento de una pena proporcional. El plan es un terrible y cruel truco.

El interés común de los nacionalistas ha producido un nuevo artefacto sofisticado de manipulación colectiva. Ver o no ver, una vez más, nuestro reto.

Un tratado contra la democracia.



Un tratado contra la democracia

 


Extractos comentados de un artículo de Daniel Reboredo publicado en el Correo el 19 de enero de 2015.

Después de seis años transcurridos desde el colapso financiero, seguimos sufriendo las consecuencias de una crisis creada y hábilmente manejada por sus causantes. De nuevo somos maltratados por las medidas que supuestamente la combaten y que sólo pretenden imponer el neoliberalismo en la economía global del mercado, eliminando, una vez más, los controles y regulaciones que defienden el interés general, bajo la excusa de favorecer el crecimiento. Pero esto no ha acabado sino que es la antesala de lo que nos espera.

Los mismos que nos metieron en esta debacle son los que se postulan como adalides que nos sacarán del entuerto. Pura hipocresía y engaño pues su labor sigue en marcha. Desregular a marchas forzadas, para su propio uso y beneficio, aunque caigan muchas personas por el camino.

Así vemos que una de sus últimas propuestas se articula en el llamado “Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) entre EEUU y la Unión Europea cuyas negociaciones siguen en marcha con gran opacidad. Con el tratado se pretende liberalizar los servicios públicos entregándoselos a las grandes empresas, desregulando lo que suponga costes y aumentando así su beneficio.

Viene muy a cuento recordar que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) ocasionó sólo en EEUU la pérdida de un millón de empleos. Pues bien, todo esto volverá a ocurrir como consecuencia del TTIP.

El principal objetivo de ese tratado no es estimular el comercio, eliminando aranceles entre los dos bloques, ya bajos en la actualidad, sino que pretende eliminar las barreras reguladoras que limitan los beneficios de las corporaciones transnacionales. Estas barreras no son otras que normativas y derechos sociales, laborales, medioambientales, de seguridad alimentaria, de defensa de los servicios públicos, de uso de materias químicas tóxicas, de protección a la privacidad en Internet, de garantías de ámbito bancario, introducidas en su día para prevenir crisis financieras como la de 2.008. Una vez más la codicia condiciona la sana economía de las empresas.

Además, se trata de privatizar sectores claves como la educación y sanidad públicas y lo que es más preocupante posibilitar que tribunales de arbitraje internacionales puedan estar por encima de las legislaciones nacionales lo que pondría al capital transnacional al mismo nivel que el Estado-nación con lo que se socavaría los principios básicos de la democracia que se dan a si mismo los países.

Igualmente, las conversaciones se están llevando con opacidad, sin ningún tipo de detalle, para hurtar a la opinión pública la verdadera naturaleza del tratado a fin de cerrar cuanto antes las negociaciones antes de que la ciudadanía de la UE y EEUU descubra la verdadera naturaleza de lo que se quiere acordar.