sábado, 31 de enero de 2015

Resumen de artículos sobre sociedad española

 

Resumen de artículos sobre sociedad española

 

- El fariseísmo nacional.

- La España invertebrada.

- El debate de las lenguas en España.

- La discutida y discutible Nación.

- Es la educación, estúpidos.

- La alfabetización de España.

- Religión y educación integral.

- ¿Crisis o vuelta a la normalidad?

- Respeto a la mayoría.

- Religión en el gimnasio.






Fariseismo nacional



El fariseísmo nacional


PEDRO G. CUARTANGO (publicado en El Mundo el día 4 de enero de 2012)

El otro día leí que un importante bufete de asesoría fiscal había sido imputado por no pagar sus impuestos. La noticia me pareció muy aleccionadora sobre lo que está sucediendo en este país en el que las instituciones y los individuos hacen lo contrario de lo que dicen.
El cura que predica la castidad tiene amantes, el gestor que aboga por la austeridad salarial gana tres millones de euros al año, el político que se presenta como azote de la corrupción acepta sobornos, las entidades de crédito no prestan ni un solo duro, los artistas que critican al poder viven de las subvenciones, los sindicalistas que defienden el valor del trabajo son profesionales del absentismo y la derecha empieza a gobernar como si fuera de izquierdas después de que la izquierda haya gobernado como si fuera de derechas.
Esta confusión de papeles no se produce por casualidad. Es la consecuencia de la profunda desvertebración moral de la sociedad española, en la que llevamos décadas de telebasura, exaltación de la especulación y desprecio al esfuerzo. Los medios de comunicación nos presentan como modelo los idola tribu de los que hablaba Francis Bacon, que entontecen todavía más a los aturdidos espectadores.
En realidad, todos somos espectadores en una cultura del simulacro donde incluso la verdad es un momento dialéctico de la mentira, como escribía mi admirado Débord. Fingimos que tenemos derechos, que existe la libertad de expresión, que podemos elegir a nuestros gobernantes, que la Justicia es igual para todos, pero todos sabemos que esos enunciados son principios platónicos que se parecen muy poco a lo que podemos observar empíricamente cada día.
No basta enfatizar que todos los ciudadanos tienen derecho al trabajo cuando hay 5,4 millones de parados, que los tribunales son justos cuando se indulta a los banqueros o que los impuestos se pagan equitativamente cuando los grandes patrimonios se refugian en paraísos fiscales. Para cambiar las cosas, habría que empezar por desmontar estas mentiras colectivas que se han asentado en el lenguaje y que se han trasladado a las representaciones colectivas.
No es la crisis la que ha provocado el fariseísmo de la sociedad española sino al revés: el fariseísmo ha provocado la crisis. Nos hemos estado engañando durante tantos años, tantas décadas, que ahora la realidad nos parece inasumible y preferimos seguir instalados en el sueño de que todos volveremos a poder consumir como antes.
Estamos en el momento de una gran encrucijada. Habrá que hacer importantes sacrificios y repartirlos equitativamente si el Gobierno de Rajoy es capaz de asumir este reto. Pero ello servirá de muy poco si la sociedad española no cambia su escala de valores, si no se termina con la impunidad de los poderosos y no paga quien se ha lucrado por arruinarnos a todos. Lo que España necesita es ejemplaridad, empezando por los que nos gobiernan y acabando por el último mono.

Resumen artículos sobre partidos politicos

 

Resumen artículos sobre los partidos políticos

 

 - Los partidos políticos saquean a los españoles.

- Del pelotazo a la cleptocracia.

- La regeneración de la democracia española.

- Absoluta inmovilidad.


Del pelotazo a la cleptocracia



Del pelotazo a la cleptocracia

  • Artº de Pedro G. Cuartango.

  • El Mundo (18/01/2013)


LA ESPAÑA de los 80 fue la del pelotazo, aquel país del mundo en el que, según un ministro, era más fácil enriquecerse de forma rápida. La exaltación de la codicia fue calando en los partidos y los dirigentes políticos, que decidieron que ellos también tenían derecho a parte del pastel. El resultado es hoy una España cleptocrática, en la que la corrupción es consustancial al poder.
Lo primero que hay que desmontar es el tópico de que los partidos pretenden combatir la corrupción. Eso sólo es cierto cuando se trata de la ajena. No hay ni una sola formación política que haya denunciado un caso de cohecho en sus filas. Cuando era evidente que Luis Bárcenas había cobrado comisiones de Gürtel, Rajoy puso la mano en el fuego por su ex tesorero. Y el PSOE siempre ha reaccionado igual -veáse el caso de los ERE- cuando había indicios fundados de comportamientos iregulares de sus militantes.
La corrupción forma parte intrínseca del funcionamiento de los partidos por una elemental razón: priorizan la consecución o el mantenimiento del poder a los valores éticos. Por eso, cierran los ojos ante flagrantes conductas delictivas o amorales.
A ello se suma que, como los partidos son estructuras burocratizadas y dirigidas desde arriba, sus sistemas de selección priman siempre la mediocridad sobre el talento, la fidelidad sobre la creatividad.
La corrupción en España es un fenómeno transversal en el sentido de que afecta a los grandes partidos, entre los que incluyo a CiU, y que además se extiende a las instituciones públicas, al sistema financiero, los sindicatos, la patronal, las mayores empresas del país y un largo etcetera.
La España de hoy no dista mucho de la Italia de los años 80 en la que buena parte de su clase dirigente acabó en la cárcel. Aquí esto no va a suceder porque el blindaje de los corruptos es mucho más sólido gracias a la estrecha asociación de intereses entre el poder político, el financiero y algunos grupos de comunicación.
Lo peor de esta España es que nuestros líderes fingen no enterarse de nada y se refugian en el consabido tópico de que las conductas de corrupción son aisladas. No es cierto. Lo que hay en los partidos y las instituciones es una bochornosa laxitud hacia este fenómeno que está provocando que España deje de ser una democracia para transformarse en una cleptocracia. Ésa es la causa fundamental de nuestro declive.

Comunidades autodestructivas



Comunidades autodestructivas



  Joseba Arregi (05.02.2012) 

 


Algún día dejaremos de preguntarnos quién es verdadero vasco para preguntarnos cómo podemos ser mejores demócratas. Ese día algo habremos avanzado.


Vivimos tiempos en los que a las fuerzas que impulsan uniones políticas cada vez más amplias se les contraponen tendencias de separación y división. Por eso suele ser necesario recordar que el carácter principal de la política consiste en la unión. Si el ser humano es un animal político, lo es porque busca y necesita la unión con otros seres humanos. Si se pierde de vista esta característica de la política, esta termina no significando nada.
Quienes se alinean con las tendencias que buscan la separación y la división como los elementos políticos de mayor importancia consideran que ellos también buscan la unión, pero que se diferencian de otros en que definen de manera distinta los elementos sobre los que se pueden construir las uniones políticas. En su opinión, la unión política necesita de algún elemento suficientemente natural como para garantizar esa unión.
Y ya que la raza hoy en día está descartada como la base natural de la unión política, son otros los elementos que tienen que servir para sustentar una verdadera unión política. Esos elementos son la lengua, la tradición cultural, la religión en algunos casos, siempre el sentimiento de pertenencia. Algo que pueda hacer que una sociedad se considere homogénea y a partir de esa homogeneidad pueda justificar la unión política.
Es este razonamiento el que lleva a afirmar que España no es una nación -entendida como una unidad de homogeneidad- puesto que en su territorio habitan distintos sentimientos nacionales, distintas lenguas, distintas culturas y tradiciones. Al contrario de España, Cataluña y Euskadi serían unidades homogéneas, aunque la realidad empírica diga otra cosa.
Pero la pregunta a plantear es la siguiente: ¿es cierto que una unión política necesita de una base natural, de una base de homogeneidad para garantizar el éxito de la unión política? Hay evidencias sociológicas que permiten ponerlo en duda. No pocos análisis del funcionamiento de comunidades sociales basadas en características naturales compartidas, como la lengua, y sobre todo el sentimiento de pertenencia al grupo en cuestión, ponen de manifiesto que, más bien antes que más tarde, en dichas comunidades aparece el germen de la división comunitaria. Pues cuando de sentimientos de pertenencia se trata, siempre aparece alguien que sabe definir mejor que otros como hay que pertenecer, quien está en posesión del sentimiento adecuado, siempre aparecerá alguien que pretenderá que su sentimiento es más correcto, más acorde, mas grande, más puro que el de otros.
La dinámica de la división está sembrada por el modo mismo de constitución de la comunidad. El dinero se puede repartir, la tierra se puede repartir, una herencia cuantificable se puede repartir, el poder se puede repartir. Pero el sentimiento, la ortodoxia, la fe y la verdad no se pueden repartir, no se pueden negociar, no son susceptibles de compromiso. Por eso las comunidades construidas exclusivamente sobre el sentimiento de pertenencia compartido terminan subdividiéndose en sectas, cuando son confesiones religiosas, o en nuevos partidos con pretensión de mayor pureza doctrinal cuando se trata de ideologías políticas, en una dinámica muy parecida al surgimiento y desarrollo de las sectas religiosas.
Algunos sociólogos hablan en estos casos de comunidades autodestructivas. La razón de la destructividad de este tipo de uniones no es la falta de liderazgo, no es la desidia, no es la corrupción: es la misma razón que sirve para la unión la que explica la división permanente, el hecho de estar fundadas en el sentimiento de pertenencia. Este fundamento plantea siempre la cuestión de la pureza, de la ortodoxia, de la fidelidad a las esencias, de la verdad.
La política democrática es el descubrimiento de que es posible la unión política sobre otros fundamentos cuyo eje es el de renunciar precisamente a basarse en ese tipo de fundamentos naturales. La política democrática es la búsqueda de la unión sobre bases políticas, artificiales si se quiere, no naturales: la unión política democrática se basa en la construcción del individuo como sujeto de derechos, libertades y obligaciones, en la construcción del ciudadano por encima de, no contra o en negación de, sentimientos de pertenencia, de identidades lingüísticas o culturales. La unión política democrática consiste en renunciar a buscar, y por supuesto a encontrar la verdad definitiva, la pureza definitiva, la ortodoxia definitiva. Democracia solo es posible en el espacio de las verdades penúltimas, en el compromiso imposible en la pureza y en la ortodoxia. Solo así se garantiza unión en libertad.
En Euskadi algunos siguen empeñados en preguntar por la verdad de las cosas, de los gobiernos, de las políticas, de los sentimientos, por su pureza, por su ortodoxia, por las esencias. Y no se dan cuenta que esas mismas preguntas los incapacitan para gobernar, pues son preguntas que no dejan sitio a la democracia, a la unión política posible, porque están cargadas de metafísica, de religión, de confesionalidad, haciendo imposible la unión de los diferentes, la única garantía de la democracia.
Algún día dejaremos de preguntarnos quién es verdadero vasco para preguntarnos cómo podemos ser mejores demócratas. Ese día algo habremos avanzado.

Choque de modelos



¿CHOQUE DE MODELOS?


Extracto del artículo de LUIS HARANBURU ALTUNA, EL CORREO (17/12/14)



El PNV y Bildu pretenden protagonizar el juego del bipartidismo arrumbando a las demás posiciones políticas, pero lo cierto es que pocas cosas les separan.


Acabamos el año, pero nada concluye. La contienda política dentro del nacionalismo vasco continúa. La pugna por la hegemonía entre el nacionalismo radical y el nacionalismo posibilista no termina de decantarse.
El nuevo escenario político puede colocar al nacionalismo vasco en situación precaria, de no ser que limen sus diferencias y opten por la concordia. Y sin embargo llaman al choque de modelos como si Bildu fuera lo que fue y el PNV encarnara la centralidad.
El paso de Bildu por las principales instituciones guipuzcoanas ha tenido su efecto en tanto que ha supuesto el desmoronamiento de su retórica revolucionaria y radical. No sé si este era el efecto buscado por el PNV, al regarle las poltronas, pero la historia dirá que la izquierda abertzale encontró la horma de su zapato cuando pisó las alfombras del poder.
Ahora, tanto el PNV como Bildu pretenden protagonizar el juego del bipartidismo arrumbando a las demás posiciones políticas; pero lo cierto es que pocas son las diferencias que separan a los modelos de ambos, ya que están de acuerdo en lo fundamental, que es la construcción nacional. Ni Olano es menos abertzale que Garitano, ni ambos se diferencian en su ofuscación identitaria. Uno puede ser más proclive al capitalismo de sacristía –el beneficio de los suyos– y el otro más inclinado a las pancartas, pero nada fundamental los distancia; solo su ambición de gobernar para los suyos.
Mientras los nacionalistas se empecinen en una guerra entre abertzales, bien podría ocurrir que una buena parte de la ciudadanía harta de quienes aquí y ahora forman la única casta y el único régimen, que nos ha gobernado prácticamente desde la transición, opten por votar a quienes desean un País Vasco y una Gipuzkoa más libre, tolerante y moderna. La asfixia política suele provocar reacciones imprevistas y el nacionalismo tanto aquí como en Cataluña, no puede perdurar a base de falsos debates y supuestos choques de modelos, que no son sino distintos tonos de la misma melodía.
El PNV con su proverbial ductilidad ideológica y Bildu con su arraigada costumbre de llamar a las cosas con otro nombre, pueden representar la comedia de la disputa entre hermanos, el único problema es que los damnificados somos el conjunto de los ciudadanos. Mientras la crisis todavía acucia y el desempleo afecta a demasiada gente, nuestros nacionalistas no pueden ignorar la dura realidad y refugiarse en sus artificios políticos a mayor gloría de aberria y de los abertzales. El choque de modelos es una ficción que no se corresponde con la realidad y la prueba de ello nos la ofrece la plena coincidencia estratégica de ambos nacionalismos en lo identitario.