El fariseísmo nacional
PEDRO G. CUARTANGO (publicado en El Mundo el día 4 de enero de 2012)
El otro día leí que un importante bufete de
asesoría fiscal había sido imputado por no pagar sus impuestos. La noticia me
pareció muy aleccionadora sobre lo que está sucediendo en este país en el que
las instituciones y los individuos hacen lo contrario de lo que dicen.
El cura que predica la castidad tiene
amantes, el gestor que aboga por la austeridad salarial gana tres millones de
euros al año, el político que se presenta como azote de la corrupción acepta
sobornos, las entidades de crédito no prestan ni un solo duro, los artistas que
critican al poder viven de las subvenciones, los sindicalistas que defienden el
valor del trabajo son profesionales del absentismo y la derecha empieza a
gobernar como si fuera de izquierdas después de que la izquierda haya gobernado
como si fuera de derechas.
Esta confusión de papeles no se produce por
casualidad. Es la consecuencia de la profunda
desvertebración moral de la sociedad española, en la que llevamos décadas
de telebasura, exaltación de la especulación y desprecio al esfuerzo. Los
medios de comunicación nos presentan como modelo los idola tribu de los
que hablaba Francis Bacon, que entontecen
todavía más a los aturdidos espectadores.
En realidad, todos somos espectadores en una
cultura del simulacro donde incluso la verdad es un momento dialéctico de la
mentira, como escribía mi admirado Débord. Fingimos que tenemos derechos, que
existe la libertad de expresión, que podemos elegir a nuestros gobernantes, que
la Justicia es igual para todos, pero todos sabemos que esos enunciados son
principios platónicos que se parecen muy poco a lo que podemos observar
empíricamente cada día.
No basta enfatizar que todos los ciudadanos
tienen derecho al trabajo cuando hay 5,4 millones de parados, que los
tribunales son justos cuando se indulta a los banqueros o que los impuestos se
pagan equitativamente cuando los grandes patrimonios se refugian en paraísos
fiscales. Para cambiar las cosas, habría que empezar por desmontar estas mentiras colectivas que se han asentado en el lenguaje
y que se han trasladado a las representaciones colectivas.
No es la crisis la que ha provocado el
fariseísmo de la sociedad española sino al revés: el fariseísmo ha provocado la
crisis. Nos hemos estado engañando durante tantos años, tantas décadas, que
ahora la realidad nos parece inasumible y preferimos seguir instalados en el
sueño de que todos volveremos a poder consumir como antes.
Estamos en el momento de una gran
encrucijada. Habrá que hacer importantes sacrificios y repartirlos
equitativamente si el Gobierno de Rajoy es capaz de
asumir este reto. Pero ello servirá de
muy poco si la sociedad española no cambia su escala de valores, si no se
termina con la impunidad de los poderosos y no paga quien se ha lucrado por
arruinarnos a todos. Lo que España necesita es ejemplaridad, empezando por los
que nos gobiernan y acabando por el último mono.
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