EDITORIAL.
El Mundo (12-11-2019)
El abrazo de la vergüenza
La
carrera de Sánchez es un monumento al cinismo que ha culminado en la
podemización del Gobierno de España
Cuando
se analiza la trayectoria política de Pedro Sánchez se tiene la
sensación de una permanente huida hacia adelante. Cada vez que se ha
topado con las reglas aceptadas hasta el momento en la tradición
constitucionalista de su partido, en lugar de respetarlas ha decidido
romperlas con
tal de granjearse su supervivencia personal, el
único proyecto en el que cree. Sus promesas caducan en horas, sus
afirmaciones carecen de valor, todo en su discurso es reversible en
función exclusiva de la voluntad de poder.
No
ha pasado ni una semana desde que el candidato socialista plantease
una campaña moderada -hoy sabemos que mentirosa- para crecer hacia
el centro, impostando mano dura en Cataluña a través de la Fiscalía
y anunciando la vicepresidencia de Nadia Calviño como garantía de
ortodoxia económica. Una vez abiertas las urnas y constatada la
pérdida de 750.000 votos, Sánchez hace de la necesidad falsa
virtud, vira radicalmente y cierra en tiempo récord un preacuerdo
con su otrora antagonista, aquel
cuya presencia en un Consejo de Ministros le provocaba insomnio,
aceptándolo ahora como vicepresidente. La
maniobra relámpago ha cuajado tan rápido porque ambos líderes
querían cortar cualquier reproche externo o incluso interno a sus
respectivos retrocesos electorales; y en el caso de Sánchez, para
blindarse ante cualquier presión que amenazase su puesto. Con su
abrazo -todo un símbolo de la podemización definitiva del PSOE de
Sánchez-, el
presidente en funciones abraza el extremismo, con
un Comité Federal sometido y unas baronías escandalosamente mudas.
Tampoco Podemos ha pasado por la reglamentaria consulta a las bases:
cuando se trata de asaltar los cielos no hay tiempo para
formalidades.
Lo
que ayer era inaceptable para Sánchez hoy sigue siéndolo... pero ya
no para Sánchez. Su
carrera es un monumento al cinismo. Tomó
un atajo tramposo para doctorarse; otro para acceder a la secretaría
general; otro para regresar a ella cuando fue expulsado por pretender
hacer lo que ayer anunciaba; y ha tomado el más fraudulento de todos
para acercar su siempre postergada investidura, aunque el Gobierno de
España haya de quedar en manos de ERC y Bildu, cuyas abstenciones
son necesarias. Que
un condenado por sedición como Junqueras y otro por terrorismo como
Otegi vayan a tener la llave de
la gobernabilidad dibuja un panorama de pesadilla. Más
enfrentamiento, más degradación institucional, más caos.
Pese
a perder siete escaños, Iglesias se alza como vencedor absoluto de
la repetición electoral. De materializarse este acuerdo en el
Congreso, el próximo vicepresidente del Gobierno de España será un
ferviente partidario del derecho de autodeterminación, de la
nacionalización de la banca y sectores estratégicos como la energía
y de la insumisión fiscal a Bruselas. Por mucho que prometa lealtad
a Sánchez, Iglesias tendrá mucho poder en el Gabinete, podrá
repartir cargos y colocar afines y será inevitable que desarrolle
redes clientelares dentro de la Administración. No
extraña que el Ibex reaccionara a la noticia desplomándose.
Sánchez
forzó el 10-N para eliminar a Iglesias y a Rivera, pero solo logró
esto último, sometiendo a España a una polarización extrema que ha
pulverizado el centro y disparado a la derecha radical. Con
Vox como coartada trata ahora de legitimar su acuerdo
frankensteiniano, camuflando
con el eufemismo de progresista lo que no es más que una operación
de radicalismo político inédita en un Ejecutivo desde la II
República. Ya es irónico que "la banda" que había
profetizado Rivera en lo que entonces sonaba a mero histrionismo
parlamentario lleve ahora camino de consumarse, justo un día después
de la dimisión del líder naranja.
Pero quienes padecerán semejante engendro gubernamental, capitaneado
por el
político con menos escrúpulos de
la reciente historia democrática, serán todos los españoles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario