sábado, 2 de noviembre de 2019

De qué va el 10 de noviembre en España

De qué va el 10-N.


Extracto del artículo de Jorge Bustos El Mundo (2/11/2019).

Son  las elecciones más estúpidas de la democracia  porque jamás debieron haberse convocado. Nacen del capricho de un mediocre que a falta de dotes de persuasión se entrega al chantaje del votante con todos los resortes del Estado. O me dais más poder o aquí no gobierna nadie, dice  el Expedientado. Que aún se ofrece como garante de desbloqueo, cuando lo único que garantiza desde que pasó de concejal a diputado es la parálisis y el timo. Engañó a  Rubalcaba, a  Susana, a  Felipe, a  Rajoy, a  Rivera, a  Iglesias, al PNV y a ERC, aunque a estos dos últimos les susurra que aguanten, que si todo sale bien tendrán su parte. Lo último es que no pactará una abstención con el PP, pero tampoco ha recuperado el sueño cuando piensa en la coalición con Podemos. Así que o se le inviste por sumisión o terceras elecciones. Este es el personaje. Alguien cuya palabra vale tanto como su doctorado pero dura menos que su  idea de nación.
Ahora bien, el 10-N no solo es un plebiscito sobre Sánchez. Es también un pronunciamiento sobre el papel que el nacionalismo debe tener a partir de ahora en la gobernanza de España. El aliado de González y  Aznar  ha acabado incendiando Barcelona:  los encapuchados son los hijos del pujolismo. Y cortan la retirada de cualquiera que amague con volver al autonomismo. La reacción del Estado a este espectáculo es escrutada por los portadores del mismo virus identitario en Euskadi, Navarra, Baleares, Valencia, Galicia y pronto Canarias. Si el inquilino de Moncloa sigue debiéndole el alquiler al separatismo, los años 20 de este siglo contemplarán la subasta gradual del Estado por autonomías y la  inhumación definitiva de la Constitución.
  
Hoy España afronta una  revolución antidemocrática, es decir, una involución de hechizados por la épica de barricada que niega a los hijos de Cataluña la libertad de estudiar filosofía o cerámica porque solo demanda fanáticos soldados. Contra eso, y contra los partidos que lo amparan, hay que votar.


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