Extracto del artículo "Razones para desconfiar"
- GABRIEL TORTELLA
- 18 sep. 2018.
Tanto el PP como
el PSOE llevan cuarenta años inclinándose obsequiosamente ante las
embestidas del separatismo. Uno, «no quería líos»; el otro, dice
que quiere "normalizar la situación en Cataluña", como si
"normalizar" fuera consolidar la división entre catalanes
y el aplastamiento de los no separatistas. Hay razones muy poderosas
para desconfiar. Aunque
el PSOE avanzara en las elecciones, por
la ventaja que tiene el que ostenta el poder, su política
territorial no cambiaría gran cosa, porque carece de la visión y la
valentía necesarias para enfrentarse con el separatismo.
La peor de todas
las ideas de Sánchez (y ya es decir) en materia de política
territorial es la de que el «modelo educativo catalán» es un
éxito; es una idea pésima porque ese modelo ya existe y funciona a
pleno rendimiento. Y, bueno, en cierto modo, sí, es un éxito; es un
éxito para el separatismo. El sistema educativo catalán, tratando
al español como un idioma extranjero secundario, y adoctrinando a
los alumnos desde su más tierna infancia en el odio a España y en
la "formación del espíritu nacional" catalán, es
realmente, la célula
madre del separatismo.
Gracias a él, cada nueva generación es más separatista que la
anterior, de modo que los hispanófobos no tienen que inquietarse;
les basta un poco de paciencia y seguir agitando el cotarro.
Para jóvenes que
no han sido educados en castellano, para los que el español es una
lengua extraña, España es un país extraño también. A fuerza de
«modelo educativo catalán», la barrera entre Cataluña y el resto
de España es cada vez más alta. Por eso los separatistas ponen el
grito en el cielo cada vez que se habla de restaurar el modelo de
bilingüismo constitucional. Saben que el «modelo educativo catalán»
constituye la llave infalible que, más pronto o más tarde, abrirá
la puerta de la desconexión, y se aferran a él con uñas y dientes.
La fórmula la inventó Pujol: escuela en catalán y, como dice el
citado corresponsal, con un tinte nacionalista (a nationalist tinge;
pero tinte es una palabra muy débil), los medios de comunicación al
servicio del separatismo, lanzando consignas y aireando agravios
imaginarios (nos odian, nos roban, nos oprimen, nos encarcelan,
etc.).
Para los
discípulos de Goebbels, una mentira mil veces repetida se convierte
en verdad, y así
ocurre en la Cataluña de hoy. La historia que se enseña en las
escuelas catalanas es goebbelsiana pura. Por ejemplo: el franquismo
sólo oprimió a Cataluña, la Guerra Civil fue una guerra de España
contra Cataluña, lo mismo ocurrió en la Guerra de Sucesión,
Cataluña es una nación y España no, Cataluña es la nación más
antigua del mundo, porque ya lo era en el siglo XI, Cataluña también
era una nación democrática y fue la victoria de Felipe V de Borbón
lo que mató en flor aquel glorioso proyecto, Cataluña fue oprimida
por Felipe V y sus sucesores, el catalán es una lengua perseguida en
España (que es, dicho sea de paso, el único país, con Andorra,
donde se habla, porque en Francia y en Italia se habló, pero ya
prácticamente ha desaparecido. Es igual: es en España donde se
oprime al catalán, y no hay más que hablar -en castellano, por
supuesto-). Todo esto, y mucho más, es rigurosa y clamorosamente
falso, y sin embargo todos los días se les enseña ex cathedra a los
niños catalanes.
Así se explica
una de las grandes peculiaridades de la política nacionalista en
Cataluña. Cuantas más concesiones obtienen los secuaces de Pujol,
cuanto más dinero reciben (ya se sabe que Cataluña es, con gran
diferencia, la región más endeudada con el Estado español), más
indignados están. Es que los catalanes no se indignan por lo que
ocurre: ya vienen indignados del colegio.
Si no se pone fin a esto, la independencia de Cataluña será un
hecho más pronto o más tarde.
Porque aún ahora los independentistas están en minoría sólo por
un pequeño margen, pero adoctrinados desde la infancia, y
diariamente reprimidos y acosados los constitucionalistas por el
Govern separatista, que existe gracias a una injusta y obsoleta ley
electoral, el vuelco está al llegar. Y sin duda la política del
doctor Sánchez contribuirá a que ese vuelco llegue pronto.
El remedio a esta
situación no tiene por qué ser violento. No hace falta policía, ni
menos tanques (como querrían los separatistas). Bastaría con que el
gobierno español dejara de subvencionar, en Cataluña y en toda
España, las escuelas que no cumplan con el bilingüismo
constitucional, que desacaten las sentencias de los tribunales, y que
enseñen esa historia del "tinte nacionalista" que lava el
cerebro de los niños catalanes y los llena de odio hacia el Estado
que patrocina esas escuelas que lo denigran cinco días cada semana.
El modelo educativo
catalán será un éxito para los dos millones de votantes
separatistas; pero para los restantes
44 millones de españoles, en especial, claro, para los catalanes no
separatistas, ese modelo es una calamidad desastrosa y una constante
amenaza. ¿Lo entiende usted, doctor? ¿O se lo explico con un
gráfico?
Gabriel Tortella
es economista e historiador, coautor, junto a J.L. García Ruiz, C.
E. Núñez, y G. Quiroga, de Cataluña
en España. Historia y mito
(Gadir).
No hay comentarios:
Publicar un comentario