miércoles, 9 de mayo de 2018

Derrotada o indultada.

¿Derrotada o indultada?

    • ROGELIO ALONSO
    • Extracto del artículo publicado en EL MUNDO (4 de mayo de 2018)

Además de sus comandos clandestinos, el terrorista (etarra) ha contado con numerosos representantes civiles; y, junto a su aparato militar, ha dispuesto de otro político e ideológico. Derrotado policialmente, ¿no habrá salido, sin embargo, ganador en estos otros combates?, ETA no finaliza, pues su terrorismo no consistió sólo en esa violencia física que cesó en 2011, sino también en la psicológica y política que coaccionó y aterrorizó a ciudadanos no nacionalistas durante décadas y que todavía hoy condiciona sus vidas.
"Lo tenemos merecido", denunció Joseba Arregi tras el último comunicado etarra evidenciando la falacia de una derrota de ETA a la que las elites políticas han renunciado. El Estado ha desistido de aplicar la justicia política que la verdadera derrota de ETA exigía para merecer ese nombre. Se expresa solidaridad con las víctimas ignorando que fueron asesinadas para lograr metas políticas y que, por tanto, la justicia hacia ellas exige mucho más que indemnizaciones y promesas.
Este tramposo final de ETA llega a costa de la rehabilitación política y social del entorno terrorista, auténtico poder fáctico y cómplice necesario del terrorismo nacionalista. Así lo han querido quienes se vanaglorian de una derrota de ETA que constituye una mentira política “organizada".
La manida batalla del relato instrumentaliza la memoria con una política memorialística limitada a recordar las atrocidades y a reivindicar la injusticia de los crímenes, pero sin exigir la necesaria rendición de cuentas a los terroristas nacionalistas y a sus cómplices. Estos ya han recibido el perdón político y moral e incluso penal con numerosos crímenes impunes, utilizan la memoria como sustituto de la justicia para eludir sus "responsabilidades frente a las miserias actuales". Las consecuencias del terrorismo son blanqueadas incluso por algunos demócratas que abusan del sentimentalismo para vaciar de contenido político la violencia nacionalista, borrando cómo esta ha deformado el tejido político y social del País Vasco y Navarra.
La inacción de un Gobierno español que solo contrapone un eslogan: “ETA ha sido derrotada”. La realidad demuestra que se trata de un significante vacío con el que ocultar la dejación política que ha evitado una verdadera derrota del terror nacionalista. ETA puede reivindicar que, pese a no haber ganado, su "lucha no ha sido en balde". Esta es la derrota del vencedor que debería avergonzar a sus responsables. ETA ha conseguido que hablemos de sentimientos en lugar de hacer justicia a las víctimas, una justicia que necesariamente debe ser política. Se ha renunciado a una justicia política que interpela a los lobbistas de ETA y al nacionalismo representado por el PNV que obtuvo ventajas políticas, y que consolidó su poder gracias a la violencia contra los constitucionalistas. Hoy, en 194 ayuntamientos de mayoría nacionalista y solo 14 no nacionalistas, el PNV cuenta con 1018 concejales; Bildu, con 894; el PSE, con 196; y el PP, con 79.
Muchos demócratas ya han perdonado al terrorismo nacionalista su culpa política y moral. Con notable hipocresía rechazan los homenajes a etarras mientras se niegan a hacer cumplir dos leyes de víctimas, una nacional y otra autonómica, que los prohíbe expresamente. Incoherente resulta reivindicar la derrota de ETA cuando toleran rituales con los que los terroristas se desprenden simbólicamente de toda culpa, reforzando el esquema moral que justifica el terror mediante ese reconocimiento social y político. Así se impone el relato que culpabiliza a las víctimas y absuelve a ETA sin que quienes se declaran indignados hagan nada por impedir tamaña injusticia.

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