Ciudadanos
sin derechos
Carlos
Fernández de Casadevante Romani.
Catedrádico
de derecho internacional público y relaciones internacionales.
Extracto
del artículo publicado en El Correo (11-6-2019).
El
estudio del economista Julio Alcaide “Evolución de la población
española en el siglo XXI” (Fundación BBVA, Madrid, 2007) cifra en
casi 200.000 los ciudadanos que han abandonado el País Vasco debido
a la actividad terrorista de ETA. En su libro “ETA, S.A.” el
catedrático Mikel Buesa estima que serían 30.000 familias (en torno
a 125.000 ciudadanos) los que tuvieron que marcharse. En cualquier
caso, una cifra superior al número de exiliados políticos
provocados por la Guerra Civil: 120.000.
Sólo
este dato pone de manifiesto la contribución y la utilidad del
terrorismo nacionalista vasco de ETA en la conformación de la
sociedad vasca y de su censo electoral. Un censo alterado y
adulterado desde hace décadas en beneficio del nacionalismo
vasco (una buena cosecha de nueces) sin que ningún Gobierno de
España haya hecho nunca nada para corregir y reparar esta injusticia
que es, también un ataque a la democracia. Una “limpieza
ideológica”, eso si, que ha tenido como únicos destinatarios a
ciudadanos no nacionalistas de la sociedad vasca.
Por
la actividad de ETA esos miles de vascos desterrados, así como sus
generaciones posteriores, fueron desprovistos no sólo de su proyecto
de vida en su propia tierra (se lo cortaron de cuajo), sino también
del ejercicio del derecho al voto en ella. En otros términos, del
ejercicio de su derecho constitucional de autodeterminación interna
a decidir sobre los asuntos de su comunidad, de su provincia y de su
municipio.
Peor
aún: en su inmensa mayoría, son desterrados que no existen para el
Estado porque éste sólo reconoce la condición de amenazado si
existe sentencia firme, incoación de proceso penal o diligencias
judiciales. Se nota que no vivieron en el País Vasco y que lo
desconocen todo.
Estamos
en 2019, ETA ya no mata y el amor, la fratenidad, la ternura y la
felicidad reinan de nuevo en el País Vasco como atestiguan los
hostigamientos, insultos y agresiones por nacionalistas vascos
“radicales” en San Sebastián, Bilbao y Rentería a los
asistentes a actos de partidos constitucionalistas. Lo que no cambia
es el hecho de que los cientos de miles de ciudadanos vascos
desterrados y sus descendientes siguen siendo irrelevantes para el
Estado y sin poder ejercer su derecho al voto en el País Vasco pese
a las recomendaciones y peticiones en ese sentido del Defensor del
Pueblo.
Ni
los gobiernos españoles de las últimas décadas ni los miles de
diputados que han tenido las Cortes han hecho nada para restituirles
ese derecho. Tampoco los distintos gobiernos vascos, ni mucho menos
el nacionalismo vasco han hecho nunca nada para restituir a esos
ciudadanos vascos y a sus descendientes en su derecho de voto en el
País Vasco. Es más, siempre se han manifestado en contra de
cualquier modificación de la Ley Electoral que lo hiciera posible.
Que voten los vascos de la “diáspora” no sólo les parece bien,
sino que además está garantizado por el propio Estatuto. Que lo
hagan los desterrados, eso nunca. Constituye un “error histórico”
en forma de “pucherazo electoral”. Lo hemos comprobado en el
reciente período electoral y lo comprueban a diario muchos no
nacionalistas en muchos municipios del País Vasco a los que el
nacionalismo imperante les impide vivir en libertad.
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