miércoles, 23 de enero de 2019

Quieren que olvidemos


Quieren que olvidemos


ANA IRÍBAR-VIUDA DE GREGORIO ORDÓÑEZ.

Diario Vasco (23 enero 2019).

Esta es la crónica breve de un día triste. De nuevo en el cementerio de Polloe de San Sebastián, en el día más importante para todos los donostiarras, el 19 de enero, víspera de su patrón. Suenan los tambores de sociedades y escuelas que ensayan desde hace ya semanas la tamborrada. Emociona escuchar un año más el himno de Sarriegui. Son las 12.00 y la tradicional sirena a la hora del Ángelus rompe el silencio del cementerio. A sus puertas, Consuelo, la hermana de Gregorio Ordóñez, y yo misma, esperamos la llegada de los invitados en el 24º aniversario de su asesinato.

Poco a poco se acercan a saludarnos ciudadanos ejemplares como Fernando Savater, amigos de la familia como Pedro y Magdalena. Otras víctimas como Rubén Múgica. Compañeros de Goyo ya alejados de su propio partido, hombres y mujeres excepcionales, como María San Gil y Javier Urbistondo. Llegan representantes oficiales de distintos partidos. Del Ayuntamiento de San Sebastián acuden, además de Miren Albistur y Ernesto Gasco, el propio alcalde, Eneko Goia, que desde que lo es muestra su respeto al ciudadano Gregorio. Al candidato que tras ser asesinado, consiguió la lista más votada para su partido en esta ciudad. Pienso en todas las familias españolas que tienen que pasar cada año, pero en soledad, por un aniversario así.

Nos agrupamos todos frente a Consuelo y el padre Larrinaga que bendice y oficia el responso. Entonamos un padrenuestro. Pronostican lluvia las agencias, pero no cae una sola gota. Consuelo entonces toma la palabra con la misma valentía que lo hiciera su hermano. Le cuenta cómo es pasearse por San Sebastián después de la reciente disolución de ETA. Pienso mientras la escucho que San Sebastián es una ciudad bien diferente de la que vio Gregorio por última vez un 23 de enero, cuando un pistolero de ETA disparó contra su nuca. Es un reguero incesante de turistas. En sus calles, entre comercios y museos -más activos que nunca-, se han abierto nuevos hoteles, más bares y restaurantes, ¡si cabe!

Me llama la atención que la nueva peluquería de mi barrio sea de un árabe, que la droguería lo sea de un chino; cruzarme en mi portal con asiáticos y ver a mujeres de origen latino acompañar en su paseo a la gente mayor. El técnico que repara la lavadora de mi casa es un rumano simpatiquísimo que me saluda con un efusivo 'Egun on!'. Si Gregorio se asomase hoy al Ayuntamiento, su mirada sería de preocupación y probablemente, de tristeza. El PP mantiene tres de los cinco concejales que tanto esfuerzo y sacrificio le costara a Gregorio conseguir. Y sí, el alcalde de su ciudad vuelve a ser nacionalista, como lo fuera Ramón Labayen, con quien Gregorio se estrenó como concejal. Le habrán contado que ETA ya se ha disuelto, pero contemplaría atónito que son seis los concejales de EH Bildu los que ocupan sus escaños. La serpiente ha mudado de piel. Enfundaron sus pistolas para convertirse en la segunda fuerza política de Euskadi, en sus ayuntamientos y en el Parlamento, donde pacta con el nacionalismo gobernante.

El nacionalismo sigue empeñado en controlar hasta lo incontrolable. La propia Historia. Maestro donde los haya en manipular relatos, hoy Gregorio descubriría que el nacionalismo se ha convertido en editor de costosos 'best sellers'. Lleva años construyendo el relato de la historia más reciente de Euskadi o cómo la sociedad vasca escurre el bulto una vez más, primero con, después, sin ETA, siguiendo el ejemplo de las instituciones vascas; y se quedaría realmente pasmado al conocer que quien hoy preside la comisión de Derechos Humanos, convivencia y cooperación es el mismísimo Jonan Fernández.

Gregorio descubriría que el antiguo concejal de HB es el responsable de un plan de paz y normalización; quizás a Gregorio le sonaría rara tan sofisticada terminología en manos de este responsable institucional. Supongo que no le sorprendería cruzarse por la calle con un tal Valentín Lasarte. Gregorio le conocía. Nos habrá servido más de un zurito en su bar. Pero sin duda se quedaría de piedra al saber que es uno de los terroristas que participaría en su asesinato y que ya vuela libre como un pájaro.

Pero Gregorio no ha visto cómo ETA asesinaba a sus compañeros de partido y del PSE. No ha visto el secuestro de Ortega Lara. Tampoco cómo miles de ciudadanos, no nacionalistas, entre otros su hermana, han tenido que vivir con escolta, amenazados por ETA. Ni a tantas familias abandonar San Sebastián, como hizo la suya propia. No ha visto cómo las víctimas de ETA han pasado de ser una masa ignorada -había quien se negaba a oficiar sus funerales porque eran de fuera-, a ser protagonistas de los discursos y actos de memoria oficiales de los políticos -algunos con la participación de EH Bildu; toda una lista de 856 ciudadanos inocentes asesinados por ETA que va y viene de comisión en comisión, con monumentos y fechas oficiales conmemorativas-. Así lo exige la Ley. Aunque también nuestro Estado de Derecho implica Justicia y quedan más de 300 casos sin resolver.

Yo me pregunto, ¿qué planes tiene nuestra clase política, nuestro gobierno, para resolver todas las cuestiones relacionadas con la Justicia y los crímenes cometidos por ETA? ¿Les inquieta que se mantenga activo el proyecto político de ETA? Le pregunto aquí, especialmente al nacionalismo gobernante, ¿qué espacio tiene preparado en sus lamentables libros de historia para la memoria de las víctimas de ETA? Acaba de decir Consuelo en su discurso que hay más víctimas de terrorismo que presos en las cárceles. ¿Qué vendrá después? Somos testigos de cómo la culpa última y responsabilidad primera, la de los asesinos, se disipa entre acercamientos, homenajes, su vuelta a casa entre vítores. La de sus cómplices, entre políticas de conciliación. En pasillos y órganos de gobierno, donde sus representantes políticos mandan. Pero quieren más. Quieren que los familiares de las víctimas perdonemos. Quieren que olvidemos. Quieren además que callemos. Quieren incluso que nos 'conciliemos' con individuos con historial criminal como Otegi.

Todos abandonamos el cementerio. Queda de nuevo en soledad y silencio la tumba de Gregorio Ordóñez, bajo ramos de rosas blancas envueltos en papel de celofán. Nos vamos tristes, seguros de que regresaremos el año que viene. Cruzamos la verja pensando ya en la cena de esa noche, la víspera de San Sebastián. Entonces me viene a la cabeza el verso del poeta, solo, en el parque me han dejado, olvidado... y han cerrado.


jueves, 3 de enero de 2019

Sociedad indecente y posterrorismo.


Sociedad indecente y posterrorismo


    • ROGELIO ALONSO

    • El Mundo (3 ene. 2019)


"Una sociedad decente es aquélla que no humilla", escribe Avishai Margalit en The decent society. Una "sociedad decente" es aquélla en la que cada persona recibe "el honor debido" por parte de "sus instituciones", añade el filósofo israelí. La sociedad del posterrorismo etarra es una sociedad indecente en la que incluso algunos de quienes reivindican verdad, memoria y dignidad humillan a las víctimas de ETA.

Como "inmoral" se ha calificado el brindis de Otegi con dirigentes del PSE, PNV y Podemos publicado en Diario Vasco y El Correo en Nochebuena. Los diarios de referencia en el País Vasco, víctimas de ETA en el pasado, hoy, pese a comprometerse con la deslegitimación del terrorismo, incurren a menudo en lo contrario. Ninguna autocrítica les merece a sus responsables la "inmoralidad" que llevó a José Mari Múgica a dejar el PSOE tras un reportaje que legitima política y socialmente a quien justifica el asesinato de su padre y el de todos los asesinados por ETA. Un día antes El Correo entrevistaba a otro dirigente etarra, Rafael Díez Usabiaga, titulando:"Los ongi etorris no deben percibirse como una ofensa hacia las víctimas". Privilegiada plataforma para blanquear a líderes del grupo terrorista y su proyecto político sustentado en el asesinato. Políticos que rechazan un mínimo democrático como la condena del terror etarra transformados en respetables referentes mediante el lavado de biografías manchadas de sangre. Poco o nada deslegitiman a ETA los testimonios de sus víctimas en esos diarios cuando sitúan en idéntico plano moral a los representantes políticos del terror invitándoles a victimizar a los terroristas y a falsear la realidad sobre sus crímenes.

El terrorismo nacionalista ha contribuido a consolidar un régimen político que Antonio Elorza ha descrito como "totalismo", definido por una hegemonía política, social y cultural del nacionalismo ampliamente asumida. En las páginas de El Correo en las que se maquilla a los herederos de ETA como "coalición soberanista" e "izquierda abertzale", o sea, patriótica, se estigmatiza como "ultraderecha" al partido de víctimas del terrorismo como Ortega Lara y Abascal. La engañosa derrota de ETA que algunos demócratas predican esconde la impunidad política y social del terrorismo nacionalista, injustamente rehabilitado en la sociedad y la política vasca, así como la victoria del nacionalismo institucional imponiendo su peligroso relato: los fines nacionalistas compartidos por ETA y el PNV no deben quedar contaminados por el terrorismo nacionalista. Como si ETA jamás hubiera existido, PNV y Bildu exigen "el reconocimiento de Euskal Herria como comunidad política" en un nuevo Estatuto. Ignorando las consecuencias políticas de la coacción terrorista, no importa que en la verdadera comunidad política el terrorismo haya deformado el tejido político y social, que la competencia al nacionalismo fuera laminada por la violencia nacionalista. Los constitucionalistas critican tímidamente la coincidencia de fines nacionalistas que demuestra el rédito de los medios terroristas. Pero eluden la auténtica deslegitimación de ese nacionalismo convertido por PSOE y PP en fundamental para la gobernabilidad de un país que desestabiliza en función de sus intereses. Los partidos víctimas del terrorismo asumen la hegemonía nacionalista, ese "totalismo" que confunde a una sociedad plural con una de sus partes erigiendo al nacionalismo en el único sujeto político válido. Hoy, el PNV se alía con Bildu, al que PP y PSOE han normalizado como demócrata tras su fraudulenta legalización, para denunciar "la base antidemocrática" de la Constitución española. Otra legitimación del terror nacionalista, como subraya Francisco Llera al criticar la "unidad de discurso y de objetivos" del PNV "con ETA y sus herederos" y su consiguiente "blanqueamiento" del "pasado ignominioso del terrorismo".

Los Gobiernos de Zapatero, Rajoy y Sánchez han prometido memoria y dignidad para las víctimas ensalzando una derrota de ETA a la que renunciaron después del ingente esfuerzo de policía y servicios de inteligencia. Las élites políticas desean imponer un relato verosímil pero falso. Si la derrota política e ideológica de la violencia nacionalista se hubiera producido realmente, no sería necesaria esa "batalla del relato" a la que invocan quienes no osan desafiar la hegemonía del nacionalismo consolidada gracias al terrorismo. Por eso humillan a las víctimas negándose a cumplir dos leyes que prohíben expresamente los homenajes a terroristas. Patética resulta la fingida indignación e impotencia de los responsables políticos, antes del PP y ahora del PSOE, prometiendo nuevas medidas que nunca llegan cuando además ya disponen de instrumentos legales que evitan aplicar. También son humilladas las víctimas que denuncian las unidades didácticas del Gobierno vasco elaboradas por Jonan Fernández, ex concejal de Batasuna. Quien legitimó el terrorismo durante años lo sigue haciendo ahora aun declarando su compromiso con la deslegitimación de una violencia claramente legitimada en ese material escolar. Lo hace además mientras el Gobierno español humilla a las víctimas elevándole a Patrono del Memorial de Víctimas del Terrorismo, centro que tampoco tuvo reparo en invitar a Bildu a celebrar el Día de la Memoria, aunque este partido jamás ha condenado el asesinato de aquéllos cuyo recuerdo se reivindica.

El Memorial ha elaborado sus propias unidades didácticas que borran de la Historia de España a movimientos fundamentales como ¡Basta Ya! y Foro de Ermua. En la memoria oficialista no existen movimientos que desafiaron la espiral del silencio nacionalista. Pero sí Gesto por la Paz que, como censuró Joseba Arregi aun reconociendo la labor del colectivo, recurrió a una "condena prepolítica, exclusivamente ética" que eludía la crítica al nacionalismo gobernante responsable de legitimar la violencia nacionalista y de la desprotección de los amenazados. Así se arrebataba "el aguijón político" a las víctimas del terrorismo nacionalista. Tan sesgada versión de la Historia encaja con el desprecio del ministro del Interior a la reciente protesta constitucionalista en Alsasua. Frente a la "crispación" que Marlaska quiso ver, valorando en cambio movilizaciones diferentes como las de Gesto por la Paz años atrás, Fernando Savater, referente de ¡Basta Ya! y protagonista de aquel acto, aclaró: "Si hubiéramos hecho caso a esas admoniciones, Otegi sería hoy lehendakari y el Carnicero de Mondragón, jefe de la Ertzaintza".

La política dominante en el posterrorismo priva a la memoria del terror de su significado político mediante apelaciones emocionales al sufrimiento de las víctimas. La memoria amputada sustituye a la justicia negada para embellecer la impunidad. Se apela con solemnidad al recuerdo de las víctimas para olvidar la decisiva dimensión nacionalista del terrorismo y sus efectos políticos y sociales. Se aplauden homenajes que no lo son como el de Rentería, en el que su alcalde de Bildu abraza a una víctima sin condenar ni deslegitimar el crimen, deshonrando al asesinado: el antónimo del olvido no es el recuerdo, sino la justicia. Otra escenificación de tan indecente memoria se produjo el 1 de octubre en Moncloa. "Francia y España rinden homenaje al triunfo de las víctimas y del Estado de derecho sobre el terrorismo de ETA", destacó la propaganda gubernamental de un acto en el que el presidente no reclamó justicia ni una sola vez. En la reveladora teatralización no sonó el himno nacional, símbolo de la nación atacada por el terrorismo nacionalista de ETA y, por tanto, del significado político de las víctimas, plurales en sus ideas pero unidas por la intencionalidad política de sus asesinos. El falso homenaje a las víctimas culminó con un aurresku que puso en pie al lehendakari Urkullu, el moderado que desprecia como "antidemocrática" la Constitución por la que ETA asesinó al considerarla también ilegítima. Nadie cuestionó que esa es la danza habitual en los homenajes a terroristas que las autoridades se niegan a impedir mientras prometen verdad, memoria y dignidad para las víctimas humilladas.

*Rogelio Alonso es catedrático de Ciencia Política, autor de La derrota del vencedor. La política antiterrorista del final de ETA (Alianza).

martes, 1 de enero de 2019

Democracia y justicia


"Democracia y Justicia"


LUIS MARÍA ANSON


El Mundo (31 dic. 2018)


Los medios de comunicación han reproducido a lo largo de la pasada semana la respuesta de Torra al Rey: "El problema de Cataluña no es la convivencia sino la democracia y la Justicia". Tiene razón Torra. Toda la razón. El problema es la Justicia, porque el presidente marioneta de la Generalidad debería estar o en la cárcel, como Oriol Junqueras, o prófugo como su caudillo Carlos Puigdemont. El presidente títere de la Generalidad es carne de prisión. Lleva meses extramuros de la Constitución, haciendo toda clase de trampas y jugarretas. Recrea patrocinios, otorga subvenciones, reabre embajadas, hace visitas y desplantes, todo ello en favor de la secesión. La Fiscalía debería haber denunciado las maniobras del racista Torra y los jueces decretar su prisión preventiva, conforme a las exigencias del Estado de Derecho.

Joaquín Torra tiene todo el derecho a defender la independencia de Cataluña, pero ateniéndose a lo que exige el artículo 168 de la Carta Magna: plantear la secesión en el Congreso de los Diputados con la reforma de los artículos correspondientes de la Constitución, obtener los dos tercios favorables del Congreso y los dos tercios del Senado. A continuación, acudir a elecciones generales inmediatas. Y conseguir los dos tercios del nuevo Congreso y del nuevo Senado. Superados esos obstáculos, se celebraría referéndum nacional para que todos los españoles, libres e iguales ante la ley, decidieran aceptar o no la propuesta secesionista de Torra. Eso es lo que exige la Constitución. Así que, en efecto, problema de Justicia, porque el presidente racista debería acompañar en la cárcel a Oriol Junqueras, pues, como él, participa presuntamente en un golpe de Estado, en clara actividad de rebelión, sedición y prevaricación.

Problema de democracia también, porque el títere manejado por Puigdemont no acata las leyes derivadas de la voluntad general libremente expresadas. Y esa es la primera exigencia de la democracia. Torra es un azote para la convivencia, la concordia y el funcionamiento democrático. No está en la cárcel porque Sánchez ganó la moción de censura gracias a los diputados secesionistas; porque los sigue necesitando para satisfacer su obsesión patológica de permanecer en el poder. En otra circunstancia, el Estado de Derecho habría colocado ya al presidente racista entre rejas.

*Luis María Anson, de la Real Academia Española.