¿Democracia?, ¡Ay qué gracia!
José María Ugarte - El Correo (2-1-2023)
Corren malos tiempos para la democracia. A los tradicionales jinetes del apocalipsis de los tiempos modernos: fascismo, comunismo y nacionalismo, se les ha unido un cuarto: el populismo. El panorama es sombrío. Países como Hungría, Polonia, Turquía, Rusia y todo un rosario de países latinoamericanos, entre otros, han arruinado, en unos casos, y están intentado hacerlo en otros las bases de un sistema democrático: la separación de poderes. El sistema utilizado es minar las instituciones del Estado a fin de controlar desde el Gobierno los poderes legislativos y judicial. Nuestro país está tomando una deriva preocupante en ese sentido. Vemos atónitos como las bases de nuestra convivencia se están minando a pasos agigantados. Contemplamos la utilización de las formas democráticas para socavarla de manera contumaz.
El lenguaje que se ha instalado es preocupante y muestra una falta de un verdadero sentir democrático. Vemos la poca consideración debida a los jueces, y así ya no forman un todo unitario, sino que se les divide en jueces progresistas o jueces conservadores, como si se tratase de éste es mío y éste es tuyo. En determinadas instancias políticas se habla de “nuestros” jueces y “sus” jueces con total naturalidad. Igualmente, se conculcan derechos fundamentales como el derecho de los padres en la educación de sus hijos, pues en regiones concretas ya no hay espacios en la escuela pública para aquellos padres que quieran libremente educar a sus hijos en su lengua materna. Los derechos de libertad de movimientos fueron conculcados durante la pandemia. Viendo este panorama no puedo por menos de traer a colación los versos del poeta: “¿Democracia?, ¡ay qué gracia!/semejante candidez,/más parece estupidez,/pues es de sobra sabido,/por todo lo sucedido,/que a ningún populismo salvaje,/ le sienta bien ese traje”. Esperemos que estemos a tiempo de corregirlo.