La
torerancia vasca y “Platero”
PEDRO
CHACÓN-EL CORREO (11-8-2022)
La
tolerancia, en condiciones políticas normales, es una práctica
consustancial al sistema político democrático y liberal, pero que,
en sí misma, ya es cicatera. Quiero decir que tiene un envés muy
fino, de modo que, si te pasas de tolerante, a efectos políticos,
muestras cierta debilidad. Cuando un político se pasa de tolerante
puede estar indicando que la opinión del adversario es tan buena por
lo menos como la suya. Y eso no le conviene en absoluto, claro. A un
político práctico, se entiende; al que vive de ello.
No
obstante, en la Euskadi contemporánea estas sutilezas están de más,
puesto que nunca hubo tolerancia. Por ejemplo, las muestras de
condena ante la última agresión a Mikel Iturgaiz -siento decirlo-
son todo menos demostraciones de tolerancia. Son, en todo caso,
postureos y bienquedismos de personas educadas y civilizadas, que no
ocultan, salvo al que no lo quiera ver, la realidad política que hay
debajo. Porque, bajo una apariencia de modernidad, nuestra sociedad
vasca es profundamente arcaica. Nos movemos por otros parámetros que
tienen más que ver con la exclusión del diferente y con la búsqueda
de chivos expiatorios que con la tolerancia abierta y liberal.
Para
el sector político hoy dominante, el nacionalista, la tolerancia
política no es más que una rémora para su proyecto. Para un
nacionalista, ser tolerante con un españolista sería una especie de
claudicación en toda regla. Un nacionalista debe ser beligerante
contra el españolismo, esa es su marca de origen y de identidad
política. Un nacionalista tolerante con el españolismo sería lo
más absurdo que cabría imaginar.
La
tolerancia significa considerar que el diferente puede tener razón y
no solo darle margen para que se exprese, sino aceptar que incluso
pueda gobernar en esa sociedad en la que conviven unos y otros. Pero
el nacionalismo vasco, desde su fundación, considera que una parte
de la sociedad vasca está de más aquí. Y así es imposible
practicar la tolerancia. Y si no reconocemos esto, nunca avanzaremos.
Tolerancia significa que, si tú consideras que Euskadi es tu única
nación, al mismo tiempo consideras que otros conciudadanos tuyos se
sienten pertenecer también a otra nación en el mismo territorio que
tú pisas y con el mismo derecho que tú.
Y
los nacionalistas, por definición, no aceptan esto. O hablando de
tolerancia: no lo toleran en absoluto. Por lo tanto, las muestras de
condena y solidaridad que hemos visto, desde el lehendakari a otros
miembros de su partido y de otros partidos ante la última agresión
a Mikel Iturgaiz, solo son una expresión mínima de civilidad, de
urbanidad, de educación, si se quiere; pero, al menos en el caso de
los nacionalistas, no tienen nada que ver con la tolerancia. Porque
ni el lehendakari ni nadie de su partido considera que las ideas que
representa Mikel Iturgaiz tienen el mismo valor en Euskadi, aparte de
la gente que les vote, que las suyas propias.
Pero
es que hay algo más que explica esta súbita y generalizada
solidaridad -con las excepciones conocidas- por Mikel Iturgaiz. Y es
que en el panorama político vasco actual la debilidad del PP vasco
es tan manifiesta, es tan evidente, que muchos que antes le temían
ahora no solo no es que no le teman, sino que incluso están
planeando el futuro de ese partido, ahora que viene Alberto Núñez
Feijóo y que creen encontrar en él un nuevo valedor para sus
políticas de continuo erosionamiento de la unidad nacional y de
ensanchamiento de las capacidades propias con vistas a un nuevo
estatus. Este PP vasco actual sería, para el nacionalismo en el
poder, una especie de burrito ‘Platero’; es decir, un partido
pequeño, peludo, suave, tan blando por fuera que se diría todo de
algodón, que no tiene huesos.
Porque
ahora al que temen es a Vox, que amenaza con engrosar sus efectivos
en las distintas escalas de la representación política y ante el
que se está volcando la intolerancia consustancial que caracteriza
al País Vasco contemporáneo. Un partido que, aunque ahora no parece
que esté en sus mejores horas, tiene en Euskadi una cuenta pendiente
para sus líderes, en especial para su presidente, que es de aquí.
Ante
Vox se activa la palanca de la intolerancia, que no es otra que la de
la exclusión del diferente. Y la consigna es que sería una
desgracia que el PP fuera absorbido o ‘sorpassado’ aquí por
dicho partido. Así que hay que mantener al PP vasco, aunque sea con
respiración asistida, para que el otro, el peligroso, no crezca
demasiado. Y esta es la otra explicación de las condenas por lo de
Mikel Iturgaiz. El único que no se ha sumado al coro ha sido Bildu y
los demás le reprochan su inmovilismo. Pero si Bildu, sin apearse de
su inmovilismo, resulta ahora decisivo en Madrid, ¿quién es nadie
para reprocharle nada?