miércoles, 28 de diciembre de 2022

¿Democracia?, ¡Ay qué gracia!

 ¿Democracia?, ¡Ay qué gracia!

José María Ugarte - El Correo (2-1-2023)

Corren malos tiempos para la democracia. A los tradicionales jinetes del apocalipsis de los tiempos modernos: fascismo, comunismo y nacionalismo, se les ha unido un cuarto: el populismo. El panorama es sombrío. Países como Hungría, Polonia, Turquía, Rusia y todo un rosario de países latinoamericanos, entre otros, han arruinado, en unos casos, y están intentado hacerlo en otros las bases de un sistema democrático: la separación de poderes. El sistema utilizado es minar las instituciones del Estado a fin de controlar desde el Gobierno los poderes legislativos y judicial. Nuestro país está tomando una deriva preocupante en ese sentido. Vemos atónitos como las bases de nuestra convivencia se están minando a pasos agigantados. Contemplamos la utilización de las formas democráticas para socavarla de manera contumaz.

El lenguaje que se ha instalado es preocupante y muestra una falta de un verdadero sentir democrático. Vemos la poca consideración debida a los jueces, y así ya no forman un todo unitario, sino que se les divide en jueces progresistas o jueces conservadores, como si se tratase de éste es mío y éste es tuyo. En determinadas instancias políticas se habla de “nuestros” jueces y “sus” jueces con total naturalidad. Igualmente, se conculcan derechos fundamentales como el derecho de los padres en la educación de sus hijos, pues en regiones concretas ya no hay espacios en la escuela pública para aquellos padres que quieran libremente educar a sus hijos en su lengua materna. Los derechos de libertad de movimientos fueron conculcados durante la pandemia. Viendo este panorama no puedo por menos de traer a colación los versos del poeta: “¿Democracia?, ¡ay qué gracia!/semejante candidez,/más parece estupidez,/pues es de sobra sabido,/por todo lo sucedido,/que a ningún populismo salvaje,/ le sienta bien ese traje”. Esperemos que estemos a tiempo de corregirlo.

martes, 27 de diciembre de 2022

Política social versus política clientelar

 

Política social versus política clientelar


El pasado día oyendo el programa “La brújula” de Onda Radio, me llamó la atención por su claridad expositiva y su tino una de las pinceladas del editorialista Ignacio Varela. Se refería, sin duda, a los estragos de una política populista, una de las mayores desgracias de nuestro tiempo. Decía así entre sus principales puntos, confrontando una política verdaderamente social contra una política clientelar propia de los populismos.

"Existe una línea de separación muy fina entre ambas políticas. La diferencia sustancial lo es por su propósito y sobre todo por sus resultados.

La política social proporciona soluciones duraderas a problemas reales. La política clientelar captura voluntades, camuflando problemas reales.

La política social atiende a la salud en sus raíces. La clientelar a la vistosidad de sus ramas.

La política social promueve la autonomía de las personas y colectivos. La política clientelar anuda las dependencias y servidumbres.

La política social cambia las estructuras de las que nacen las injusticias. La política clientelar las afianza.

La política social busca la equidad, la clientelar la efectividad con fecha de vencimiento en las próximas elecciones.

La política social busca la concertación, la clientelar el enfrentamiento. La primera da soluciones cabales, la otra se comporta como el vendedor de crecepelos o como el distribuidor de papelinas contra el síndrome de abstinencia; abre brechas y arruina a los países".



miércoles, 23 de noviembre de 2022

La Constitución, la educación y la tinta del calamar

 

La Constitución , la educación y la tinta del calamar


Dos hechos importantes debieran preocuparnos a los españoles en estos momentos. Su gravedad es tal que pueden suponer la disgregación de la actual España. Mientras esto ocurre, los españoles son distraídos por socialistas-populistas (sanchistas), izquierdistas radicales y nacionalistas, utilizando la política conocida como “tinta del calamar”. El propósito no es otro que distraerlos con toda serie de subterfugios (leyes, decretos, discursos, discusiones, etc.), incluido el silencio, para que no se hable demasiado de estos dos hechos que son lo verdaderamente importante: la disolución de la actual Constitución y la indefensión del idioma común en la educación, que atacan al corazón de nuestra convivencia. Y en este propósito la oposición y la mayor parte de los medios de comunicación, con su silencio culpable o su tibieza manifiesta, dejan hacer irresponsablemente esa política.


El ataque a la Constitución del 78, a través de leyes, decretos y una serie de disposiciones propias de ingeniería política,  la van socavando continua y sistemáticamente. Se trata, en el fondo, de debilitarla para llegar, de facto, a  una situación de corte confederal donde la soberanía de hecho no recaiga exclusivamente en el conjunto del pueblo español, sino que sea compartida por el Estado y las Comunidades Autónomas. En este escenario, el derecho a decidir ni siquiera es necesario. De esta manera una Comunidad Autónoma tendría por la vía de los hechos un estatus soberano similiar al que pudiera tener en un estado confederal. Paralelamente, se están minando de forma sectaria las principales instituciones del Estado con el nombramiento de personas afines para que no dificulten los pasos que se están dando en la dirección indicada, haciendo desaparecer la separación de poderes propia de un estado democrático de derecho.

 Todo ello responde a un proyecto perfectamente diseñado para sentar las bases de la demolición de la actual Constitución que permitiría ser sustituida por otra que, en el mejor de los casos, sería de corte confederal y llevaría implícito dicho proyecto el ejercicio del derecho de autodeterminación a través de un referéndum, quedando abierto el camino a la posible disolución de lo que es hoy España.


El segundo hecho grave, que forma parte de lo anteriormente expuesto, es el referente al trato que está teniendo el idioma común de todos los españoles, el castellano, hablado por el cien por cien de la población, en aquellas Comunidades donde coexiste con otra lengua propia del lugar. La política de hechos consumados está permitiendo, desde hace años, el desplazamiento sistemático del castellano como lengua vehicular de la enseñanza hasta su práctica total anulación. Esta es una realidad en su 100% en Cataluña y Baleares, y en un 95 % de la enseñanza primaria de la escuela pública (no concertada) en el País Vasco donde se hace exclusivamente en euskera, según datos del Eustat (Instituto Vasco de Estadística). ¿Cómo es posible entender que los padres de familia que lo deseen no tengan ningún derecho a que sus hijos reciban la enseñanza primaria de la escuela pública en su lengua materna castellana, y ni siquiera sea posible hacerlo en una enseñanza bilingüe paritaria que garantice el aprendizaje de las dos lenguas por igual?


La irresponsabilidad del actual gobierno, así como la laxitud de la oposición y los medios de comunicación son manifiestas. Está en juego la pacífica convivencia del pueblo español. Este no es el camino.


José Bidaria


jueves, 11 de agosto de 2022

Tolerancia vasca

 

La torerancia vasca y “Platero”


PEDRO CHACÓN-EL CORREO (11-8-2022)

La tolerancia, en condiciones políticas normales, es una práctica consustancial al sistema político democrático y liberal, pero que, en sí misma, ya es cicatera. Quiero decir que tiene un envés muy fino, de modo que, si te pasas de tolerante, a efectos políticos, muestras cierta debilidad. Cuando un político se pasa de tolerante puede estar indicando que la opinión del adversario es tan buena por lo menos como la suya. Y eso no le conviene en absoluto, claro. A un político práctico, se entiende; al que vive de ello.

No obstante, en la Euskadi contemporánea estas sutilezas están de más, puesto que nunca hubo tolerancia. Por ejemplo, las muestras de condena ante la última agresión a Mikel Iturgaiz -siento decirlo- son todo menos demostraciones de tolerancia. Son, en todo caso, postureos y bienquedismos de personas educadas y civilizadas, que no ocultan, salvo al que no lo quiera ver, la realidad política que hay debajo. Porque, bajo una apariencia de modernidad, nuestra sociedad vasca es profundamente arcaica. Nos movemos por otros parámetros que tienen más que ver con la exclusión del diferente y con la búsqueda de chivos expiatorios que con la tolerancia abierta y liberal.

Para el sector político hoy dominante, el nacionalista, la tolerancia política no es más que una rémora para su proyecto. Para un nacionalista, ser tolerante con un españolista sería una especie de claudicación en toda regla. Un nacionalista debe ser beligerante contra el españolismo, esa es su marca de origen y de identidad política. Un nacionalista tolerante con el españolismo sería lo más absurdo que cabría imaginar.

La tolerancia significa considerar que el diferente puede tener razón y no solo darle margen para que se exprese, sino aceptar que incluso pueda gobernar en esa sociedad en la que conviven unos y otros. Pero el nacionalismo vasco, desde su fundación, considera que una parte de la sociedad vasca está de más aquí. Y así es imposible practicar la tolerancia. Y si no reconocemos esto, nunca avanzaremos. Tolerancia significa que, si tú consideras que Euskadi es tu única nación, al mismo tiempo consideras que otros conciudadanos tuyos se sienten pertenecer también a otra nación en el mismo territorio que tú pisas y con el mismo derecho que tú.

Y los nacionalistas, por definición, no aceptan esto. O hablando de tolerancia: no lo toleran en absoluto. Por lo tanto, las muestras de condena y solidaridad que hemos visto, desde el lehendakari a otros miembros de su partido y de otros partidos ante la última agresión a Mikel Iturgaiz, solo son una expresión mínima de civilidad, de urbanidad, de educación, si se quiere; pero, al menos en el caso de los nacionalistas, no tienen nada que ver con la tolerancia. Porque ni el lehendakari ni nadie de su partido considera que las ideas que representa Mikel Iturgaiz tienen el mismo valor en Euskadi, aparte de la gente que les vote, que las suyas propias.

Pero es que hay algo más que explica esta súbita y generalizada solidaridad -con las excepciones conocidas- por Mikel Iturgaiz. Y es que en el panorama político vasco actual la debilidad del PP vasco es tan manifiesta, es tan evidente, que muchos que antes le temían ahora no solo no es que no le teman, sino que incluso están planeando el futuro de ese partido, ahora que viene Alberto Núñez Feijóo y que creen encontrar en él un nuevo valedor para sus políticas de continuo erosionamiento de la unidad nacional y de ensanchamiento de las capacidades propias con vistas a un nuevo estatus. Este PP vasco actual sería, para el nacionalismo en el poder, una especie de burrito ‘Platero’; es decir, un partido pequeño, peludo, suave, tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no tiene huesos.

Porque ahora al que temen es a Vox, que amenaza con engrosar sus efectivos en las distintas escalas de la representación política y ante el que se está volcando la intolerancia consustancial que caracteriza al País Vasco contemporáneo. Un partido que, aunque ahora no parece que esté en sus mejores horas, tiene en Euskadi una cuenta pendiente para sus líderes, en especial para su presidente, que es de aquí.

Ante Vox se activa la palanca de la intolerancia, que no es otra que la de la exclusión del diferente. Y la consigna es que sería una desgracia que el PP fuera absorbido o ‘sorpassado’ aquí por dicho partido. Así que hay que mantener al PP vasco, aunque sea con respiración asistida, para que el otro, el peligroso, no crezca demasiado. Y esta es la otra explicación de las condenas por lo de Mikel Iturgaiz. El único que no se ha sumado al coro ha sido Bildu y los demás le reprochan su inmovilismo. Pero si Bildu, sin apearse de su inmovilismo, resulta ahora decisivo en Madrid, ¿quién es nadie para reprocharle nada?


martes, 8 de marzo de 2022

Elegía a los mártires ucranianos.

 

Vivimos un tiempo amargo y triste para todos,

y muy especialmente para los ucranianos

a los que queremos arropar con nuestro consuelo

y nuestra oración.


Hoy se está matando a seres indefensos,

personas buenas, trabajadoras,

hombres y mujeres, padres e hijos,

seres inocentes con rostro humano.


Hoy el odio ha anidado en el alma de unos malvados.


Tanta perfidia nos llena de tristeza

y una vez más nos interpela,

nos hace preguntarnos

por el sentido de nuestra vida.


Modestamente me atrevo a recordar,

que nuestras vidas no son un azar,

una casualidad, un absurdo que se extingue

en la inmensidad de la nada.


Nuestro credo cristiano enseña

que venimos de Dios y a Él retornamos.

Que Jesús es nuestro camino

nuestra verdad, nuestra vida.


Amados mártires, siempre os recordaremos.

Hoy ya descansáis en la casa del Padre.


A las personas de bien os ruego que os améis,

permaneced en su recuerdo unidos

en la esperanza de un reencuentro glorioso.

Que el Señor, nuestro Dios, os bendiga.


Y a vosotros, asesinos, os maldecimos.

Incapaces de compasión, sin una brizna de amor,

no habrá espacio para la misericordia divina,

y quedaréis diluidos, pulverizados en la nada.

Más os valiera no haber nacido.


José María Ugarte.

martes, 8 de febrero de 2022

El tabú del euskera

 El tabú del euskera

VICENTE CARRIÓN ARREGUI-EL CORREO (8-2-2022).

  • Una cosa es la simpatía general que suscita la lengua vasca y otra distinta el uso que de ello ha hecho la comunidad nacionalista.

Que un sindicato como LAB, hasta hace poco parte del MLNV, te acuse de «odiar el euskera», hace nada venía a ser como una orden de destierro, por no imaginar nada peor. Por eso la jueza que se ha atrevido a afirmar la obviedad de lo difícil que es aprender bien euskera, más a partir de los 45 años, merece toda mi admiración. Ha desafiado un tabú y ojalá seamos muchos los que sigamos su camino.

Cualquiera que consulte el porcentaje de vascos que utiliza el euskera como lengua laboral y familiar comprobará que muy a duras penas alcanza el 20% de la población de la comunidad autónoma. Los datos del propio Instituto de Evaluación (IVEI) del Gobierno vasco hablan de un 16% de alumnos de 2º de la ESO que viven en euskera. Y pese a que el Deustobarómetro de diciembre de 2021 afirma que solo un 16,4% de los padres considera que la inmersión lingüística en euskera es la tarea prioritaria del sistema educativo -frente a un 43,4% partidario de estudiar en la lengua materna-, los principales partidos nacionalistas, PNV y Bildu, están tramando una nueva ley educativa en donde se intensifique la presencia del euskera. Si no quieres taza, taza y media. En vez de reconocer el delirio totalitario, un escaso 20% de la población se empeña en seguir amargando la vida al 80% restante en nombre de entelequias patrióticas.

¿Cómo es posible que con estos datos sea indiscutible el enorme apoyo social a la euskaldunización, a la exigencia de perfiles altos en la Administración y a la reclamación de mayores inversiones económicas para fomentar el uso del euskera?

Un 80% de vascos, preferentemente en ciudades, crecimos y vivimos sin complejos en castellano

Aunque sea tabú sugerirlo, una cosa es la simpatía general que suscita el euskera como seña de identidad vasca y otra muy distinta es el uso que ha hecho de ello la comunidad nacionalista, confundiendo el derecho a expresarse en vascuence con el deber de imponer su aprendizaje. La presencia tutelar de ETA y la presión abertzale, sutilmente orientada a considerar ‘no vasco’ a quien no manifestara un apoyo incondicional al euskera, han asentado algunos mitos muy dañinos. Porque la identificación entre vasco y euskaldun es radicalmente falsa, como bien sabemos ese 80% de vascos que, preferentemente en las ciudades, hemos nacido, crecido y vivido sin complejos en castellano.

El nacionalismo -amén de llamar «enemigos del pueblo vasco» a los partidos no abertzales en el infausto Pacto de Lizarra- nos ha hecho creer que todos éramos euskaldunes hasta que vinieron Franco y la Guardia Civil. A la inmensa mayoría de la población emigrante de los años 60-70 se les hizo saber que si querían integrarse en Euskadi más les valía convertirse en ardientes euskaltzales. El precio de no hacerlo, para los recién llegados y para los de dentro, era plantarte la etiqueta de facha y españolista. Demasiado valor.

Pero la realidad es tozuda: por muy extendido que esté mostrarse acérrimo defensor del euskera, apenas sigue sin llegar a un 20% la población que trabaja, vive y hace el amor en euskera. Y pese a que los de las pistolas ya no están en ejercicio, todos conocemos a quienes han de renunciar a sus aspiraciones profesionales o marcharse de Euskadi porque entrar en la enseñanza, en la sanidad o en la Administración pública sin acreditar un alto nivel lingüístico es, para muchos, tarea imposible por múltiples razones.

El resultado es que la minoría euskaldun, en un ejercicio de competencia desleal, está haciéndose con los puestos laborales más apetecidos por la ciudadanía, aunque luego a veces sea muy parcial el uso que hace de sus conocimientos lingüísticos. Durante muchos años hemos vivido el goteo de ‘trasterrados’, personas obligadas por la situación política a abandonar su tierra, a poder ser sin hacer ruido, pero, lamentablemente, sigue ocurriendo.

Aunque ya no exista la amenaza directa de ETA, la política lingüística del Gobierno vasco sigue cerrando las puertas profesionales, vitales y educativas a muchos de nuestros jóvenes y a cantidad de profesionales que no vieron claro lo de convertirse en lingüistas y prefirieron dedicar su energía a mejorar su cualificación laboral. Todos lo sabemos: unos pocos se benefician mucho, pero sigue siendo tabú decir que el euskera es difícil, que el derecho de unos a expresarse en su lengua materna no puede sostenerse en la represión de la lengua materna de la mayoría. Todos deberíamos hacer un esfuerzo para entendernos, posibilitando que cada cual se exprese como prefiera sin exigir al interlocutor niveles filológicos ficticios y discriminatorios.