La epifanía democrática del nacionalismo.
IÑAKI UNZUETA ALBERDI.
Extracto del artículo publicado en EL CORREO (7-1-2021).
Una ola democratizadora invade al nacionalismo. El PNV señala la baja calidad democrática del Estado español. Por su parte, Bildu se encuentra llamada a colaborar en la democratización del corrupto Estado español.
Al PNV no le genera ninguna disonancia cognitiva afirmar y al unísono negar la democracia. De nuevo, de modo irresponsable y al parecer sin haber aprendido nada de la etapa terrorista, el PNV activa mecanismos que posteriormente tienen difícil control.
El PNV sigue cautivo de un relato victimista de tres tiempos: pasado glorioso, presente degradado y futuro redentor. Un futuro cerrado niega el pluralismo razonable de ciudadanos con visiones filosóficas, religiosas y morales diferentes. Una perspectiva de la ciudadanía recortada a una determinada identidad colectiva rechaza la inclusión, de modo que la comunidad ya no se constituye a través de una esfera pública vitalizada por aquello que se comparte con los demás, se trata más bien de una ‘comunidad de la tierra’ (Euskal Herria) que avanza como un zombie hacia un destino prefijado.
En el ejercicio de autoanálisis y de exégesis que un PNV comprometido con la democracia debería realizar tendrían que indagar en sus orígenes, en la oscura figura de su fundador y en determinados periodos controvertidos de su historia que están sin dilucidar. Pero, claro, si los elementos antidemocráticos fueran expurgados, el PNV sería otro partido. El corpus teórico del PNV se compadece mal con la democracia, es una anticuada maquinaria del siglo XIX que no admite arreglos democráticos. ¿Y qué decir de Sortu y su concepción de la libertad y de la democracia, si todavía encuentra elementos moralizantes en el asesinato político?
Pues bien, con este exiguo bagaje el éxito político logrado por el nacionalismo es asombroso. La combinación de violencia dura e ingeniería social, esto es, la construcción nacional, ha transformado la sociedad. ETA y sus círculos, sobre todo en pequeñas ciudades, sirvieron para disciplinar a la población y eliminar la disidencia. Y desde instancias oficiales, millonarios programas de asimilación cultural y refinados procesos de selección funcionarial y profesional han dado lugar a la aparición de una élite nacionalista que controla los principales centros de poder.
Cuando nos han quitado tres peones, la dama y un alfil, quieren hacernos ver que jugamos en condiciones de igualdad y que la partida es democrática. Gracias a Europa apagaremos el fuego de la caldera hirviente del nacionalismo.
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