martes, 3 de diciembre de 2024

La colonización de las instituciones

 La colonización de las instituciones


La colonización de las instituciones públicas que está llevando a cabo Pedro Sánchez, independientemente de su falta de escrúpulos al ejercer la política, es la consecuencia de que la Constitución, en lo referente a la composición de importantes órganos del Estado, lo permite y además carece de contrapesos que eviten leyes abusivas que regulen determinados nombramientos clave. Ni el PSOE ni el PP han dado los pasos necesarios para corregirla cuando han gobernado, haciendo uso y abuso de esos nombramientos porque la ley se lo permite.

Me referiré a alguno de los nombramientos más importantes que necesitan de una reforma que garanticen su imparcialidad. En primer lugar, el Tribunal Constitucional. ¿Cómo es posible que el tribunal de la máxima garantía constitucional, según lo expresa el artículo nº 159 de la Constitución, pueda estar formado, entre otros, por dos vocales a propuesta del propio Gobierno? O el nombramiento del Fiscal General del Estado (artº 124) Lo mismo puede decirse de órganos de la administración, vitales para mantener una verdadera independencia, propios de una verdadera democracia, que deberían ser concensuados tales como los nombramientos de directores del Banco de España, CNI, CIS, Televisión Española, Instituto Nacional de Estadística. Cuan lejos estamos de un sincero sentir democrático de nuestro estamento político. Siempre pensando en las ventajas que les den las leyes al alcanzar el poder. Y en lo tocante a la judicatura da vergüenza ver como, con total naturalidad, se habla de jueces progresistas y conservadores que, votando en bloques sin fisuras, hacen dudar de su imparcialidad. Una total ausencia de visión de Estado.Y así nos va.

José María Ugarte Alonso

Democracia formal y democracia auténtica

 Democracia formal y democracia auténtica.


España es una democracia formal. Tiene las instituciones necesarias para serlo: parlamento elegido en elecciones libres y controladas, un poder judicial con suficientes garantías para impartir justicia y un poder ejecutivo resultado de una mayoría parlamentaria. Es decir, se dan los supuestos para ser un Estado de derecho con división de poderes. Pero una democracia auténtica es aquella que además de garantizar una división de poderes formal cumple con otros requisitos, tales como hacer cumplir las leyes y sentencias judiciales, respeto al adversario político sin establecer líneas rojas y no menoscabar el sentido de las instituciones, empleando artimañas que las perviertan, utilizando toda una serie de recursos de perniciosa ingeniería política.

Como ejemplos, por ser breve, vemos que no se respetan ciertas leyes y no se exige cumplir sentencias como el empleo de un mínimo de un 25% de la enseñanza en lengua castellana; utilización desmedida de decretos-leyes que hurtan al Parlamento su previa discusión y falta de consulta a organismos preceptivos; o colonización por el Ejecutivo de instituciones básicas como Tribunal Constitucional, Fiscalía del Estado, CNI, CIS, INE, Banco de España, TVE, etc., nombrando a personas políticamente afines carentes de la debida independencia e imparcialidad. Si a esto lo sazonamos con el uso habitual de la mentira entre el dicho y lo hecho, el panorama es descorazonador. Es triste decirlo, pero España está aún distante de ser una auténtica democracia. Y la situación va empeorando.

José María Ugarte Alonso


lunes, 2 de diciembre de 2024

Estado de alarma

 Estado de alarma


Llevamos quince días en los que están corriendo ríos de tinta sobre las responsabilidades de las distintas autoridades en la tragedia de la DANA. Todos hablan de una emergencia nacional, pero conviene diferenciar que, en este caso, se trata de un estado de alarma no un estado de emergencia, según lo fija la ley orgánica 4/1981, de 1 de junio, que desarrolla el artº 116 de nuestra Constitución por la se establecen los estados de alarma, emergencia y sitio. Sobre el estado de alarma, la citada ley dice así:

Capítulo 1, Artículo primero.

Uno. Procederá la declaración de los estados de alarma, excepción o sitio cuando circunstancias extraordinarias hiciesen imposible el mantenimiento de la normalidad mediante los poderes ordinarios de las autoridades competentes.

Capítulo 2, Artículo cuarto.

El Gobierno, en uso de las facultades que le otorga el artículo ciento dieciséis, dos, de la Constitución podrá declarar el estado de alarma, en todo o parte del territorio nacional, cuando se produzca alguna de las siguientes alteraciones graves de la normalidad.

a) Catástrofes, calamidades o desgracias públicas, tales como terremotos, inundaciones, incendios urbanos y forestales o accidentes de gran magnitud.

b) Crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves.

c) Paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad, cuando no se garantice lo dispuesto en los artículos veintiocho, dos, y treinta y siete, dos, de la Constitución, concurra alguna de las demás circunstancia o situaciones contenidas en este artículo.

d) Situaciones de desabastecimiento de productos de primera necesidad.



Que el lector juzgue de quién es la primera y principal responsabilidad.

Neolenguaje en política

 Neolenguaje en la política

José Bidaria

La neolengua está diseñada para enmascarar el pensamiento. Orwell la utilizó magníficamente en su obra 1984. Se trata de ocultar el verdadero sentido de las palabras para trastocar con otras su auténtico significado. Se trata de dulcificar lo que puede ser problemático.

La retahíla de términos del neolenguaje en nuestros días es ya interminable. Así el nacionalismo lo utiliza para enmascarar una propuesta radical que resulta polémica por alterar el sistema político actual. Se trata del neolenguaje que maneja términos como nuevo estatus, bilateralidad y derecho a decidir. Los tres son elementos complementarios el uno de los otros. No tiene sentido uno de esos términos sin considerar a los otros dos. En el fondo se trata de modificar radicalmente el sentido de la Constitución de 1978. Con ellos se cuestiona el aspecto más importante de la misma, cual es determinar quién debe ser el sujeto de la soberanía. Sabido es que el artículo 1º, apartado 2 de la Constitución lo establece claramente: el conjunto del pueblo español. Con el nuevo lenguaje utilizado por el nacionalismo se trata en realidad de cambiar radicalmente el sujeto de la soberanía que pasaría a estar compartida.

El nuevo estatus en este contexto pasaría a proponer un sistema confederal con derecho a decidir sobre la posibilidad de independizarse una parte del territorio por la población del mismo. Una nación de naciones en el mejor de los casos. La relación soberana entre el conjunto del país y una parte del mismo sería en este supuesto bilateral, de tú a tú. Mejor llamar a las cosas por su verdadero nombre para no despistar y que cada uno sepa a que atenerse.

viernes, 19 de enero de 2024

Gregorio Ordoñez y la libertad posible

 Gregorio Ordoñez y la libertad posible

Ana Iribar (El Correo 19-1-2024)

  • Que no me digan que no sirvió para nada jugarse y perder la vida en Euskadi.

Quizás uno de los cuadros que más sorprenden en la exposición sobre Gregorio Ordóñez, que tan magníficamente supo entender y resolver Enrique Bonet, es el que muestra tres fotografías posteriores al atentado contra Gregorio. En dos de ellas se muestra su tumba, profanada. En la tercera, las pintadas que aparecieron en poblaciones guipuzcoanas llamando a Gregorio asesino, fascista, español. Así justificaba ETA sus crímenes. Así invitaba a la sociedad vasca al silencio, a la condena de las víctimas de ETA, al señalamiento de los constitucionalistas en Euskadi. El Partido Popular, así lo veían Egibar y el nacionalismo que representaba, era un partido «de fuera». No ‘fueron de aquí’ millares de emigrantes que vinieron de otras partes de España para trabajar en Euskadi, como lo hicieron los padres de Gregorio, en los años 50, 60. Sometidos a un maltrato que solo justificaba un nacionalismo retrógrado, excluyente y racista.

Cuando hoy me llaman facha por el hecho de votar al Partido Popular, una vez más, siento en mi nuca el aliento frío que desplazó en el aire del bar La Cepa la bala cobarde que mató a Gregorio. Y cuando Sánchez levanta un muro para empezar a gobernar un país entero sé que lleva las piedras que lanzaban los proetarras en las calles de Euskadi, aquí, en la Parte Vieja donostiarra, al grito de «presoak kalera, amnistia osoa». Lleva acuerdos que desconocemos los ciudadanos españoles. Lleva resentimiento, miedo y discordia. Ya previno Voltaire a Federico II de Prusia en 1735, «a vos os corresponde destruir al infame político que convierte el crimen en virtud. La palabra político significaba en su origen primitivo ciudadano y hoy gracias a nuestra perversidad ha llegado a significar el que engaña a los ciudadanos».

Decía Gregorio que los partidos políticos son máquinas de asalto al poder y cuánta razón tenía. De derechas, católico y practicante, liberal en las políticas sociales, económicas y educativas, de padres valenciana y aragonés, Gregorio tenía todas las papeletas para darse de frente contra otro muro, la propia sociedad vasca y, especialmente, sus adversarios políticos. Hacer política desde el Partido Popular durante los doce años que Goyo estuvo activo significaba ser sospechoso de facha para los socialistas y de marciano para los nacionalistas.

Pero Goyo no tenía complejos y lo más importante, no se debía a nadie. Ni a Sabinos Arana, ni a Pedros Sánchez. Ni a Fragas. Su desobediencia, porque eso fue Goyo, un desobediente, le costó dos años de expulsión de su partido. Goyo solo se debía a sus ideales, a su conciencia, a sus conciudadanos. Fue ese ciudadano político que defendía Voltaire. Y fue muy valiente. Gregorio se propuso desobedecer el dogma nacionalista, el silencio, el miedo. Lo importante para él ni siquiera era ganar votos, sino trabajar por su ciudad y transformar la sociedad en que vivía. Por eso eligió la política, para devolverle su auténtico significado. Por eso le votábamos en San Sebastián.

Yo no estuve en el 36. Pero sí estuve en 1981 cuando ETA asesina a Ryan y nos caen piedras y gritan «ETA, mátalos» en la manifestación en las calles de Donostia; en 1984, cuando ETA asesina al senador socialista Enrique Casas; en 1995, cuando ETA asesina a Gregorio. En 1996, cuando ETA asesina a Fernando Múgica… No estuve en el 36. Estuve en los 80, en los 90, en los 2000 y aquí, en esta ciudad, en Euskadi, compartíamos pancarta socialistas, populares, comunistas, pacifistas, periodistas, políticos, profesores… frente a ETA y en defensa de la Constitución y contra el nacionalismo excluyente.

Que no me digan que no sirvió para nada jugarse y perder la vida en Euskadi. Que no me pidan que olvide, ni que perdone o que me reconcilie con los asesinos de Gregorio. Que no me cuente Aizpurua que hay que avanzar en la paz y en la convivencia, en derechos sociales, cuando durante cinco décadas formaron parte del entramado de ETA. ¡Hipócritas! Que no me digan que todo fue en vano. Goyo no vino a este mundo para traer la paz, sino para desobedecer, para incomodar, para romper con el discurso único nacionalista. Quienes le conocimos sabemos que, aun sabiendo cuál iba a ser su final, Gregorio no rectificó ni su discurso, ni sus pasos, ni su compromiso con San Sebastián. No porque no apreciara su vida, sino porque sabía que merecía la pena pelear por los demás, por las nuevas generaciones, por la libertad de todos nosotros, por la dignidad que perdíamos a chorros cada vez que respondíamos con silencio a un atentado.

Su muerte y la de tantos miles y cientos de miles de ciudadanos de la Historia no será en vano, no lo será mientras exista un puñado de ciudadanos resistentes dispuestos a desobedecer, a recordar, a molestar. Aquí, en Ucrania, en Israel, en Nigeria. Estoy profundamente agradecida a tantos ciudadanos valientes. Gracias, Gregorio, por hacernos más libres.

domingo, 7 de enero de 2024

Al borde del precipicio

 Al borde del precipicio

Nicolás Redondo Terreros-extracto del artículo publicado en El Correo (7-1-2024)

Hemos iniciado una legislatura que transcurrirá sin duda al borde del abismo. Y los peligros que acechan a la sociedad española son de muy diversa naturaleza . El deterioro institucional es evidente y hoy nadie discutirá que las instituciones están más deslegitimadas que ayer, son más débiles y el papel estabilizador al que están convocadas es menos eficaz, con la repercusión que tiene esa realidad en otros órdenes de la vida pública. Además, el enfrentamiento de la clase política , el bloquismo, las trincheras, se han adueñado del espacio público haciendo imposible cualquier pacto sustancial entre los grandes partidos nacionales y, como consecuencia más peligrosa , se va imponiendo de arriba a abajo , artificialmente, una división social que amenaza con convertirse en irreversible .

Podíamos decir que todos los agentes políticos son igualmente responsables de esta situación lamentable, pero no sería cierto. Es el partido liderado por Pedro Sánchez el máximo, aunque no el único, responsable de esta política de enfrentamiento, que menoscaba tanto la estabilidad institucional como esa mínima seguridad que necesitan las sociedades para avanzar. La determinación del PSOE de convertir en socio político para formar Gobierno a un huido de la justicia, convirtiendo a los que delinquieron en las víctimas y los que les juzgaron en los delincuentes ha deslegitimado el sistema institucional español gravemente, para algunos de forma irreversible. Luego podremos analizar los aciertos o fracasos de la oposición, pero quien ha introducido la democracia del 78 en una crisis de envergadura notable ha sido quien ha puesto su ambición por encima de los intereses generales .

Sí, no hay más que una ambición desordenada , que posteriormente intentan vestir con ropajes respetables y con palabras solemnes, que han terminado perdiendo su verdadero sentido original. Dicen que en la guerra la primera víctima es la verdad y es tan cierto como que en esta situación, en la que todo un partido sigue en silencio las veleidades personales de un personaje que no sabe contenerse, la primera víctima ha sido el diccionario. Hablan de la Constitución, de las leyes y de la justicia, pero desautorizan radicalmente la labor de los tribunales referida a sus imprescindibles socios. Dicen que no pueden gobernar con Bildu en Pamplona y que no gobernarán con ellos en la comunidad autónoma vasca , pero con un golpe de mano, diseñado en la oscura ‘omertà’ de los pactos entre Sánchez y Mertxe Aizpurua , desahucian del Gobierno municipal de Pamplona a UPN e imponen a Bildu. Hablan de la soberanía nacional y se van inmediatamente después a Suiza a negociar con Carles Puigdemont ante un relator internacional inverosímil. Hablan de concordia y el discrepante es convertido a renglón seguido en un disidente fascista. Hoy la palabra no vale nada y todo el mundo se percata de ello, se trata simplemente de llenar espacios o embadurnar páginas con maledicencias y trucos de pillos. Han convertido la política española en el patio de Monipodio.

Ignoran que las democracias representativas se basan fundamentalmente en la confianza que los ciudadanos tienen en quienes les gobiernan. Sin embargo, hoy la base de las relaciones políticas no es la confianza sino la adhesión entusiasta, sin asomo de crítica , a los que se considera ‘los propios’, por encima de la razón.

Nadie habla en serio del fracaso de la educación en España, una evidencia contrastable en cualquier índice que analicemos; no podemos decir, sin que se nos caiga la cara de vergüenza, que los jóvenes actuales son los mejor preparados de nuestra historia -y que efectivamente lo son- emigran a otros países persiguiendo un futuro más prometedor. Hablan y hablan de nuevos modelos económicos, pero nuestra industria sigue en un declive suicida y sabemos que parte de lo que el Gobierno llama eufemísticamente «el escudo social» es ruinoso e imposible de mantener a medio plazo.

Hoy en España son urgentes las reformas que se postergarán en este ambiente… sin fecha. Sin embargo, si no emprendemos las reformas necesarias nos deslizaremos inevitablemente hacia aquel pasado negro que creímos superado. Pero lo primero para llevar a cabo esa política es capacidad y voluntad, y de ambas carecen nuestros dirigentes; las han sustituido por ideología barata comprada al por mayor en cualquier campus universitario de EE UU .

Pero yo no creo que todos los políticos sean iguales o que tengan la misma responsabilidad. Es mas, me ilusionaré y apoyaré opciones políticas que combatan el tribalismo ideológico, que defiendan la Constitución del 78, que se sientan orgullosas de la Transición, que crean que los cambios más ambiciosos son los más humildes, los que se hacen desde una perspectiva reformista, siempre necesitada de mayorías para llevar a cabo sus proyectos. Me ilusionaré con quienes crean en la nación española y el exceso de ideología no les cause un grata hiperventilación. Y para eso deben unirse personas muy diferentes, capaces de superar sus estrechas visiones ideológicas de andar por casa. Será posible porque es necesario.


lunes, 1 de enero de 2024

2024

 2024

Mayte Alcaraz (Extracto del artículo publicado en El Debate 1-1-2024)

Hoy es un buen día para el optimismo. Hoy empieza uno cuyo principal reto es convivir (sobrevivir, para hablar claramente).

Pedro Sánchez y los algoritmos de las redes sociales han multiplicado la brecha ideológica en España. Los oligopolios del progresismo deciden de qué debemos hablar, a quién criticar, quiénes no tienen derecho a vivir, qué electores se han equivocado al emitir su voto, a cuáles cancelar. En esas redes sociales se pueden propagar falsedades como castillos sin que nada pase, y arruinar la carrera de cualquier ciudadano de bien con solo asociar su nombre a la derecha, al machismo o a los valores cristianos. Nos imponen el lenguaje políticamente correcto, y ellos son los que determinan quién está en el lado bueno de la vida, juzgándolo desde la superioridad moral que se arroga la izquierda. Es el nuevo 1984 de Orwell: gobierna el dictador Gran Hermano, con un partido único, que establece qué es lo adecuado.

Frente a todo eso, habrá que construir cada uno en su pequeña parcela personal una España mejor, basada en la del 78, la que nos legaron nuestros padres. A partir de hoy, 1 de enero, debemos dejar de agotar nuestras fuerzas como Sísifo y utilizarlas como Atlantes sustentando este país.

Hay que reivindicar la ética, a las buenas personas, a las palabras. Las palabras que antes significaban algo, ya no significan nada. Mentir es mentir y no cambiar de opinión para hacer de la necesidad virtud; los muertos son sagrados y no mercancía para el estraperlo político; no hay relatos políticos distintos sino verdades o trolas, el Parlamento no es un teatro sino la sede de la soberanía nacional. Estas normas tan elementales y necesarias han caído en desuso. Y no debemos consentir que desaparezcan aquellas certezas sobre las que crecimos. En la distopía de Orwell hecha realidad en pleno siglo XXI, el Ministerio de la Verdad defiende que lo blanco es negro y lo negro blanco. Todo sea por el partido del Sumo Líder.

No va a ser fácil resucitar esa bonhomía. Nada bueno lo es. Porque en contra de ese objetivo de recuperar lo que teníamos hay un auténtico ejército pertrecho de los avíos más eficaces: el BOE, los presupuestos del Estado, la nómina pública, el Código Penal, poderosos medios de comunicación, una mayoría en el Congreso sin escrúpulos y con ganas de destruir España y, lo más importante, ni un principio moral en el almario que pueda servir de dique para sujetar todos esos desatinos. Aun a pesar de todo eso, 2024 nos llega con las manos abiertas para que se las llenemos de confianza. Los valores de la lealtad, la solidaridad, el respeto a la autoridad, las buenas formas, la educación, son nuestras únicas armas, pero son las más efectivas porque nos las inculcaron en casa para defendernos en la vida. Conviene no perderlas para defender también en este momento crucial al país que quieren robarnos.

Feliz Año.