martes, 8 de diciembre de 2020

Mar gruesa en la travesía constitucional

 

Mar gruesa en la travesía constitucional


ALBERTO LÓPEZ BASAGUREN-EL CORREO (8-12-2020)


    Nuestro destino democrático depende de la sensata reacción de las fuerzas políticas.

Al cumplir sus 42 años, la Constitución está sometida a una enorme tensión. Los partidos han hecho de ella un arma arrojadiza, negándose recíprocamente legitimidad política democrática o lealtad constitucional. Se está deteriorando así profundamente el valor de la Constitución.

Las constituciones democráticas son el conjunto de normas que establecen las reglas del juego político y los límites dentro de los que puede desenvolverse legítimamente. Son el punto de encuentro de las diferentes opciones políticas, el terreno compartido en el que confrontar los diferentes objetivos en el desarrollo de la vida de la comunidad. Deben concitar el consenso de diferentes opciones políticas, deben ser integradoras, porque es el marco en el que todas ellas van a poder actuar libremente. Es condición indispensable para que tengan legitimidad y puedan pervivir en el tiempo.

España tiene una trágica historia constitucional. Distintas generaciones de constitucionalistas llevamos largo tiempo explicando que es el relato de un enorme fracaso, de la incapacidad para alumbrar constituciones democráticas integradoras y del empeño en imponer constituciones de partido. El resultado es tremendamente decepcionante: son excepción en nuestro país las constituciones democráticas y nunca hemos sido capaces de que pervivan en el tiempo. Hemos mitificado los periodos democráticos, pero han sido pequeños paréntesis históricos, que no han permitido enraizar una experiencia democrática real y efectiva.

La incapacidad, que parecía congénita, para construir duraderas constituciones democráticas se rompe, por primera vez en nuestra historia, en 1978. La Constitución se corresponde plenamente con las de los países europeos más sólidamente democráticos; y, por primera vez, hemos logrado que dure más que un suspiro. 42 años son muchos, comparativamente, en nuestra historia. Pero son demasiado pocos en comparación con los países de más larga y sólida tradición democrática.

En este logro histórico se asienta la laudatoria valoración del consenso constitucional alcanzado en la Transición. Quienes denuestan aquel acuerdo pretenden, consciente o inconscientemente, llevarnos a reincidir en la dinámica más trágica y más negativa de nuestra historia, a que repitamos nuestros peores errores, a que volvamos a la dinámica de las constituciones de partido, a rechazar la necesidad imperiosa del consenso. Lo hacen tanto quienes deslegitiman el consenso constitucional de 1978, entre quienes se incluyen sectores descendientes de algunos de los protagonistas de aquel acuerdo, como quienes se apropian de forma partidista de la Constitución rechazando la legitimidad de cualquier interpretación distinta a la suya. Quienes así actúan están poniendo en serio peligro la pervivencia del sistema democrático y, en cualquier caso, su salubridad política.

Una salud que se pone igualmente en riesgo con la cerrazón en el rechazo a la reforma de la Constitución, para adaptarla a la evolución de los tiempos, para que corrija sus deficiencias y se la dote de los instrumentos necesarios para afrontar adecuadamente los retos a los que se enfrenta la sociedad. La reforma, en cualquier caso, debe mantener los elementos necesarios para garantizar un amplio y plural respaldo a la Constitución. En esta dinámica política corremos el riesgo de reproducir el proceso que llevó a la desaparición de la Constitución de 1876; una Constitución con grandes limitaciones y defectos que las fuerzas políticas fueron incapaces de reformar adecuadamente y a tiempo, antes de que su crisis fuera ya irresoluble. Una Constitución viva, con capacidad de sobrevivir largamente, es la que sabe adaptarse a la evolución de los tiempos.

El sistema constitucional se enfrenta a un estado de mar gruesa. Hay riesgo de que las cuadernas de la Constitución no resistan, especialmente, si empeora el estado de la mar política. Además, el panorama en el mundo no es el más propicio. Tenemos la mala fortuna de que los periodos democráticos en España coincidan, antes o después, con crisis sistémicas. Y, a diferencia de otros países, no tenemos una larga y sólida tradición democrática con la que hacerles frente. Nuestro destino democrático depende de la sensata reacción -rectificación- a tiempo de las fuerzas políticas que debieran ser el sostén del sistema constitucional. Porque, como enjuició Joseph Roth respecto a la desaparición de la vieja monarquía austro-húngara, quizás también nuestro sistema constitucional morirá, o se deteriorará gravemente, más por el escepticismo irónico de quienes deberían haber constituido su fiel apoyo que por el patetismo hueco de los revolucionarios.


sábado, 3 de octubre de 2020

Lo paramos unidos

Lo paramos unidos


JORGE BUSTOS - El Mundo (3-10-2020).

Vetar al Rey es protegerlo. Aplaudir a Bildu es saludar su compromiso con España. Negar la alternancia es el cometido de los demócratas. Excluir de la Constitución al PP e incluir a Podemos y ERC es reivindicar el compromiso del PSOE con el 78. Vitaminar a Vox es luchar contra el fascismo. Multiplicar los dedazos es cuidar del pueblo. Los condenados del 1-O son inocentes. Los posados de Irene empoderan y la inteligencia de Cayetana ofende.  Lanzar una campaña nazi para retratar a Ayuso como desequilibrada es impulsar la agenda feminista. Franco no y Felipe González tampoco, pero Largo Caballero sí. Renunciar a la exigencia es educar. Engañar es pactar. Dividir es reunir. Someter es amar. La ruina enriquece. La destrucción del tejido laboral arroja el mejor dato de empleo de la década.  El caos es lo que llamamos cogobernanza. La deuda libera. El odio purifica. La imposición trae consenso. Tirar el virus a la cabeza de los madrileños es pararlo unidos. Morir es una manera como cualquier otra de salir más fuerte.

Cuida de la libertad, confió Rorty, y la verdad se cuidará sola. Bien, esa confianza ha caducado. El optimismo epistémico del liberal ha muerto a manos de internet y su ritmo de espasmo que nos licúa el cerebro. Ya no se pilla antes a un mentiroso que a un cojo porque la política española -«venenosa», dice  The Economist- es un  certamen paralímpico de troleros  liderado por un campeón del plagio académico y el cemento facial. Bajo el régimen sanchista al político se le exonera de una conciencia y a cambio, si se porta bien, será bendecido con un riñón, cubierto por la lana extraída al ciudadano.  Si la rendición de cuentas está desfasada  y la irresponsabilidad se socializa, la democracia posmoderna retrocede a picaresca feudal. El sanchismo es un comedero de cormoranes que se publicita como el lago de los cisnes.

Hay un periodismo numantino que señala el abuso y exige responsabilidades. Pero esa misión presupone a alguien que se avergüence de su infamia, mientras que  Sánchez hace con sus escándalos lo que Homer con las rosquillas: otra más no se le indigestará. Ni siquiera necesita perseguir periodistas; ya se ocupa la mara digital de la Podemia Salvatrucha, con sus dianas de firmas desafectas. El sanchismo no necesita checas: le basta  corromper el lenguaje  bajo los cañones de su propaganda, que nos rocían sin pausa de nieve sucia como en una Baqueira para lerdos. Para eso armó Redondo -ese hombre cuya relación con la verdad está gráficamente expresada en su peinado- una brunete de semióticos que alzan a diario un muro trumpista entre la realidad y las palabras, socavando su vínculo, sustituyéndolo por  la neolengua de la Nueva Normalidad. Hasta que nadie distinga, como en la fábula de Orwell, a los hombres de los cerdos.


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lunes, 27 de julio de 2020

La tiranía del presente

La tiranía del presente



Joseba Arregi

Extracto del artículo publicado en El Correo (24-6-2020)

Todo es nuevo, todo es viejo, nadie se preocupa por ver tendencias a largo plazo, ni mirando al pasado ni pensando en el futuro.


Es fácil de entender que muchos anden buscando algún oasis en el que saciar su sed de estabilidad y de certeza. Lo que resulta increíble es que se encuentre tal oasis en un rincón que sigue sin querer saber nada de su pasado marcado por el terror de ETA, gobernado por un partido que firmó el año 1998 un pacto secreto con HB y ETA excluyendo a los partidos no nacionalistas de la gobernación futura de Euskadi. Que no ha renegado nunca expresamente de dicho pacto. Que ha aprobado en el Parlamento vasco, con tres votos de HB, el plan Ibarretxe para reformar la Constitución bajo la excusa de una reforma estatutaria. Que ha vuelto a firmar un acuerdo con Bildu para un nuevo Estatus para Euskadi de exclusión de los no-nacionalistas. Que aprobó los Presupuestos del PP en el Parlamento español para, a la semana siguiente, apoyar la moción de censura destructiva -sin programa pactado de gobierno ni Presupuestos pactados- en base a una frase en una sentencia que no tenía nada que ver con el asunto que se juzgaba. Que, por lo tanto, es responsable del Gobierno español y de todas las consecuencias de su actuación, responsable de buena parte de crispación correspondiente. Un oasis basado en renegar de facto cada día de lo dicho y hecho el día anterior.


jueves, 9 de julio de 2020

Ganar con un ceso amañado


Ganar con un censo amañado
Isabel San Sebastián. ABC (9-julio-2020)
Recuerdo con dolorosa claridad las elecciones al Parlamento vasco celebradas en 2001. ETA había bañado en sangre los meses previos a los comicios, con una oleada de atentados perpetrados contra concejales del PP y el PSOE. El suyo no era en modo alguno «terrorismo indiscriminado», como se nos ha intentado hacer creer después, sino violencia selectiva, despiadada e implacable dirigida contra los representantes de los partidos constitucionalistas que defendían la libertad en el País Vasco y también, aunque en menor medida, los periodistas que osábamos denunciar la barbarie de la banda y sus repugnantes pactos de auxilios mutuos establecidos desde antiguo con los peneuvistas recogedores de nueces. En ese escenario de terror causado por los pistoleros, justificado sin pudor alguno por sus compañeros de Euskal Herritarrok, hoy rebautizada como Bildu, aprovechado desvergonzadamente por el nacionalismo mal llamado “moderado”y soportado con extraordinario valor por los candidatos de las fuerzas democráticas empeñadas en mantener en pie el Estado de Derecho, fueron a votar los vascos. O mejor dicho, los que aún seguían censados en su lugar de origen, toda vez que más de doscientos mil habían huido a esas alturas de la extorsión y las amenazas constantes del conglomerado etarra. Populares y socialistas concurrían juntos bajo la bandera de la Carta Magna. ETA/EH estaba acaudillada por Arnaldo Otegi, exactamente igual que ahora. Y, atenazados por el miedo a perder el poder a manos del formidable equipo encabezado por Mayor Oreja y Redondo Terreros, PNV y Euskal Alkartasuna habían unido sus fuerzas bajo el liderazgo de Ibarretxe. El resultado fue ajustado, pero acabó imponiéndose el separatismo por un margen de apenas 30.000 votos. Ganó la coacción frente a la valentía. Triunfó la muerte frente a la gallardía. Los verdugos y sus cómplices se apoderaron de las plazas, que tantas, demasiadas víctimas habían intentado defender a costa de perder la vida.
La historia va a repetirse el día doce, corregida y aumentada por el paso de dos décadas que han consolidado el dominio absoluto de un PNV “de rostro amable”, aunque no por ello menos desleal a España y la Constitución: una ETA blanqueada por el infame “proceso de paz” iniciado por Zapatero, que ya no mata porque no le interesa pero ha sacado un extraordinario provecho de cada “muerto puesto sobre la mesa” durante su largo historial criminal; un PSOE entregado a los asesinos de los que fueron sus héroes, hasta el punto de pactar con ellos el gobierno de Navarra o la investidura de Pedro Sánchez, y un PP debilitado por la frustración, la pérdida de sus principales señas de identidad durante la etapa de Alfonso Alonso y la fragmentación del espacio que antes ocupaba en solitario.
Si hemos de creer las encuestas, los independentistas barrerán en las urnas vascas. Lo harán con un censo amañado por el éxodo masivo de ciudadanos hartos de sufrir intimidación y abusos, aunque tal circunstancia no restará validez a su victoria. El PNV aumentará su cómoda mayoría y volverá a gobernar apoyándose en un socialismo ávido por recibir alguna migaja de su festín. Bildu se consolidará como segunda fuerza y hasta podría crecer, en una clara demostración de que el mal a menudo triunfa, por descorazonadora que resulte la idea. Iturgaiz hará lo que pueda, derrochando una vez más arrojo para hacer frente a la adversidad, aunque podrá hacer muy poco. En mi querido País Vasco la razón de la fuerza sumada a la inmoralidad se impondrá de nuevo a la fuerza de una razón empeñada en mantener la dignidad.

martes, 2 de junio de 2020

El comodín de la conspiración


El comodín de la conspiración

Ignacio Camacho. ABC (1-6-2020)

En una democracia asentada, asociar la acción de la justicia con un golpe de Estado revela una subrepticia mentalidad golpista. El término lawfare, o guerra judicial, se ha convertido en el comodín de los populismos para situarse por encima de la obediencia a las leyes, atribuyendo a los jueces una intencionalidad política. En España resulta sarcástico que lo utilicen la extrema izquierda, el independentismo y hasta numerosos dirigentes socialistas, que están en el poder gracias a una morcilla calzada en cierta sentencia para culpar a un presidente -que no estaba siendo juzgado- sin la más mínima prueba objetiva. La nomenclatura de Podemos fabrica la teoría de la conspiración y del conflicto de soberanías a semejanza de sus correligionarios de América Latina, los peronistas de Kirchner o los masistas de Bolivia, omitiendo que si hay un régimen que se haya valido de la instrumentación de los tribunales para acorralar a la oposición-pueden preguntar a Leopoldo López-ha sido el de sus patrocinadores chavistas. Todo da igual a la hora de armar una ofensiva contra la separación de poderes presentándose como víctimas de la tradicional inriga de fuerzas sombrías.

Pero no se trata sólo de Podemos ni del separatismo insurrecto escocido por las condenas del Supremo. Al sanchismo le suena bien esa música porque su concepto cesáreo tiende a neutralizar todo mecanismo de contrapeso, vigilancia, supervisión o control del Gobierno. Cualquier ejercicio de autonomía institucional es sospechoso de desafecto. Tanto el presidente como sus socios tiene una idea plebiscitaria de liderazgo directo que reclama el sometimiento del sistema entero. Por eso deslegitiman la independencia judicial, intimidan a la oposición, hostigan al periodismo, orillan al Rey, laminan a los guardias civiles que acatan órdenes de los magistrados o utilizan a la Abogacía y a la Fiscalía del Estado como defensa privada de altos cargos. Y como no pueden cercenar el debate parlamentario lo envilecen convirtiendo el Congreso en un corral de pelea de gallos para provocar el desencanto, la irritación o el hastío de los ciudadanos. El abuso del estado de alarma es el ejemplo diáfano de la proclividad de este Ejecutivo a moverse en un marco autoritario.

El ataque global a la justicia demuestra que la clave de esta legislatura está en las togas como símbolo de una sociedad autónoma. Preservar la jurisdicción de los tribunales equivale a defender la integridad democrática y la garantía de las libertades frente a un poder invasivo que pretende vaciar de contenido a un modelo estructural de equilibrios institucionales. Ése es el peligro real, tangible, no el del relato de contubernios ficticios que parecen sacados de un guión barato de serial conspirativo. Si existe alguna amenaza contra los principios constitucionales, está sentada en el Consejo de Ministros.

jueves, 7 de mayo de 2020

De la imprevisión a la catástrofe



De la imprevisión a la catástrofe.


Rafael Matesanz. ABC (6-5-2020)



Durante los últimos 30 años, el tiempo transcurrido desde la creación de la Organización Nacional de Trasplantes, han pasado por la sede del Paseo del Prado un total de 18 ministros de Sanidad. Poco más de año y medio por ministro designado por los sucesivos gobiernos, con un factor común en muchos de ellos (con pocas, aunque honrosas excepciones): la ignorancia absoluta de la cartera que le había tocado en suerte, bien como pago de servicios prestados o para que se fogueara en espera de más altas cotas.

Mientras todo va bien, no pasa nada. Lee discursos, se hace fotos, se dedica a los asuntos políticos por los que le han colocado ahí, y total, la asistencia sanitaria se transfirió hace casi 20 años y ya se ocupan las comunidades. A pasar el año y medio lo mejor posible y por supuesto a no complicarse la vida con proyectos de futuro que ni le van a aportar réditos inmediatos ni tampoco llega a entender su necesidad. Claro que hay técnicos a su alrededor, pero su primer mandamiento suele ser no importunar al jefe, que en todo caso es un interino en el ministerio y pasará pronto. Sólo temas en los que pueda lucirse, y a corto plazo.

Cuento todo esto para mostrar la escasa consideración que a los presidentes del gobierno les merece en general este departamento. El problema es que hay unas situaciones que aparecen periódicamente y que sí son competencias del Ministerio de Sanidad, las crisis de salud pública: vacas locas, SARS, gripe A, ébola..., con mayor o menor gravedad real, pero con un factor común: si la gestión de las mismas las hacen amateurs y no es la adecuada, se pueden llevar por delante a cualquier gobierno, con costes muy elevados tanto económicos como de vidas humanas.

Y como la ley de Murphy es inexorable, el nuevo gobierno que toma posesión a mediados de enero se encuentra el 30 de ese mes, en pleno aterrizaje del nuevo ministro, con que la OMS declara la alerta sanitaria por el Covid-19, cuando ya había 18 países afectados además de China. Tanto este organismo como la Unión Europea alertaron a los países para que se prepararan ante la expansión del virus, provisionándose de test, equipos de protección, etcétera. En España se consideró innecesario hacerlo, mientras los expertos del ministerio aseguraban por ejemplo el 23 de febrero, cuando ya habían comenzado las medidas de confinamiento en el norte de Italia, que aquí no se estaba transmitiendo la enfermedad y que sólo había casos importados, algo que luego se demostró erróneo. Por cierto, ninguna medida precautoria con este país al que nos unían entre otras muchas cosas, más de 250 vuelos diarios sin control alguno.

La primera semana de marzo ya había infectados en casi todas las comunidades, se habían producido los primeros brotes en residencias y los primeros fallecimientos. En trece países se habían ya suspendido las clases en colegios y universidades y aquí se habían anulado reuniones y congresos médicos en base a las recomendaciones del Colegio de Médicos y al menos en Madrid, de una circular del Servicio Madrileño de Salud (sin ir más lejos a mi me suspendieron una conferencia). Había suficientes indicios como para tomarse en serio el peligro y algunas entidades así lo hicieron. Sin embargo, desde el ministerio se insistía en la “fase de contención” con una actitud casi contemplativa en la que se afirmaba que el 90% de los casos eran importados, que sólo había que hacer test a los infectados y que “hacérselos a sus contactos no aportaba nada” (sencillamente se ocultó que no había suficientes).

Llega el 8-M con 76 actos multitudinarios autorizados por la delegación del Gobierno en Madrid y cientos en toda España, incluidos partidos de fútbol y mítines políticos, con la frase del portavoz de que si su hijo le pedía consejo para ir a la manifestación le diría que hiciera lo que quisiera. Tras los actos festivos todo cambia de la noche a la mañana de forma que al día siguiente ya se reconoció la gravedad de la situación y se enfiló hacia el estado de alarma materializado unos días después.

Todos esos días de inacción han tenido consecuencias catastróficas porque nos han hecho llegar tarde a casi todo en una cadena de errores e impotencia que han desembocado en la situación actual. Los retrasos en tomar medidas permitieron la expansión del virus, la carencia de test no provisionados a su debido tiempo impidió acotar los casos que se iban descubriendo y por tanto dio vía libre a multitud de contagios. La falta de equipos de protección, tampoco previstos en su momento, facilitó el contagio masivo de sanitarios a los que tampoco se hacía el test, con lo que además de ir cayendo se convirtieron en vectores del contagio. Nada menos que la quinta parte de los infectados son trabajadores de la sanidad, el mayor porcentaje del mundo. Las residencias se convirtieron en trampas mortales para los ancianos sin que un sistema sanitario desbordado las pudiese rescatar. Los resultados de esta tormenta perfecta están ahí.

Por si fuera poco, una calamitosa política de comunicación, con mensajes contradictorios sobre los test, las mascarillas, las compras en el extranjero, las salidas de niños y en general con la forma de dirigir la pandemia, han destrozado la credibilidad de las autoridades sanitarias en un tema en el que la colaboración ciudadana y la confianza son fundamentales para llegar a buen puerto.

¿Podrían haber sido diferentes las cosas con una dirección y unos expertos más adecuados? ¿Se podrían haber adelantado las decisiones con un mayor conocimiento de gestión sanitaria por parte del ministro y un mejor asesoramiento? Por desgracia la Historia no da marcha atrás, pero una mirada a países como Alemania, Finlandia, Islandia, Nueva Zelanda, Corea, Taiwán...(por cierto, casi todos presidios por mujeres) o incluso otros con una sanidad bastante más limitada que la nuestra como Gracia y Portugal, pero con mucho mejores resultados, nos pueden dar bastantes pistas de que otra historia de la crisis era perfectamente posible.

Juzguen ustedes.

Rafael de Matesanz es fundador y exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes.

jueves, 23 de abril de 2020

El virtuosismo de la incompetencia


El virtuosismo de la incompetencia


Ignacio Camacho. ABC (23-4-2020)


Son de traca. Han alcanzado ese nivel de virtuosismo en la incompetencia que consiste no en tomar decisiones inadecuadas sino en arreglárselas de tal manera que logren arruinar las correctas. Hay tal desbarajuste en este Gobierno ineficiente que cada solución que plantea acaba desembocando en un nuevo problema; cuando no tropieza en sus desavenencias internas se muestra incapaz de sacar adelante sus propias ideas. Si no se precipita llega tarde, si no peca de ineptitud comete negligencia. Su deslumbrante exhibición de torpeza movería a cachondeo si no estuviésemos hablando de una tragedia. De tanto presumir de ser de izquierdas han llegado al punto culminante de no dar una a derechas.

El fracaso tiene muchos grados, y el último es el ridículo. El Gabinete lo alcanzó con el sainete de los test fallidos, lo amplió con las mascarillas inservibles y ha rizado el rizo con la iniciativa de dar un respiro a los niños, un propósito razonable que ha convertido en enésima enmienda exprés a si mismo. Por ahora porque todavía la puede rectificar más de aquí al domingo; ya nos ha acostumbrado a las madrugadas en vilo con decretos retocados a deshoras para subsanar errores u olvidos. El presidente que tanto presume de seguir el consejo de los expertos debería identificar a la minerva que había alumbrado la estrafalaria ocurrencia de llevar a los chavales a los supermercados, las farmacias y los bancos, los lugares en los que ahora mismo. Con el resto del país cerrado, existen más posibilidades de contagio. Tal vez sea el mismo que no vio peligro en las manifestaciones de marzo o en la afluencia masiva a los estadios;o quizá el que consideró innecesario efectuar pruebas de detección en las residencias de ancianos, o el que llevó a cabo las desastrosas gestiones de compra de material sanitario. Pero hasta el portal de transparencia ha sido cerrado para que no se sepa en qué manos estamos.

Este atarugado desconcierto provoca muy malos presagios ante la próxima (?) fase de desconfinamiento. No existe plan alguno, ni siquiera un bosquejo, salvo que se llame plan a vulgares tanteos, experimentos desordenados como trompicones de ciego. Falta un mapa epidemiológico preciso porque los test masivos de seroprevalencia no pasan de ser un proyecto y como no hay suficientes-porque no se han podido adquirir-habrá que conformarse con un muestreo. El riesgo de un rebrote por planificación deficiente es serio, con el agravante de que podría ocurrir en los meses veraniegos. Dan ganas de pedir a gritos un adulto, uno solo al menos, con experiencia y conocimiento para evitar que la “desescalada” derive en un verdadero descalzaperros, en un desparrame de efectos funestos. Pero cómo reclamar un mínimo de criterio a quienes no paran de acumular desatinos y han hecho de la crisis un dramático esperpento. Quién nos va a sacar del caos si el caos son ellos.


sábado, 21 de marzo de 2020

Educar desde el corazón.



Extracto del artículo “Enseñar 'on line' y educar desde el corazón”
escrito en El Correo por José R. Garitagoitia,
Doctor en Ciencias Políticas y Derecho Internacional Público.



Este artículo trata de la importancia del docente según la concepción del famoso converso al catolicismo, cardenal John Henry Newman, fundador del “Colegio Oratory School” en el año1859.

El célebre converso británico transmitió a sus colaboradores una intuición fundamental: un maestro, en el sentido pleno de la palabra, no sólo transmite conocimientos. También educa y lo hace con toda su persona: desde el corazón al corazón.

Hombre de amplia cultura humanística, Newman entendió la importancia de la tarea educativa para la formación integral de las personas, y la mejora de la sociedad. Al reivindicar el papel humanizador de toda institución académica, fomentó el compromiso de los docentes para alcanzar este objetivo. Además de la preparación científica, la personalidad , virtudes y cultura de un maestro son también instrumentos de su profesión. La coherencia y el ejemplo resultan fundamentales en la tarea educativa. De otro modo queda reducida a mera transmisión de conocimientos, que también se puede hacer 'on line'.

La formación (ética, de valores para la convivencia, religiosa) no es una especie de remate de las ciencias. Para educar en totalidad, un docente también integra la dimensión espiritual en su trabajo; por su parte la dimensión ética y religiosa necesita altura intelectual para inspirar a los alumnos. A éstos les urgió a cultivar las virtudes de alumnos responsables y ser ciudadanos de una pieza. La tarea de un maestro tiene su raíz en el corazón, pues compromete todo el ser. Y debe hablar al corazón.

jueves, 20 de febrero de 2020

Mentiras y fantasías.


Mentiras y fantasías entre Madrid y Caracas



Araceli Mangas El Mundo (19-2-2020)


La autora aclara varias de las falacias respecto al encuentro en Madrid de Ábalos con la 'número dos' chavista. Deja claro que Delcy Rodríguez sí pisó territorio español y el Gobierno violó las sanciones de la Unión Europea.

Puede estar tranquilo el lector que no voy a escribir sobre la enésima versión de la visita de la vicepresidenta de Venezuela a Madrid ni de los desarreglos de sueño del fementido ministro Ábalos ni del probable chantaje al Gobierno de España ni sobre si hubo desembarco de decenas de maletas (¿droga? ¿dinero público? o ¿folletos sobre para la Feria Internacional de Turismo a repartir por el ministro del ramo?). Ni siquiera voy a comentar lo que este embrollo sugiere: que la política exterior de España se ha roto con el Ejecutivo de coalición. Se puede decir en inglés o en español: España no ha vuelto; ni está ni el presidente confía en la ministra. España se marchó del mundo cuando Josep Borrell asumió la política exterior de la UE (al ser nombrado ministro escribí Volver a Europa y al mundo, EL MUNDO, 20/06/2018). Moncloa no cuenta con la diplomacia española. Pero hoy no toca.
Me interesa aclarar en esta limitada tribuna dónde comienza el territorio nacional, si todo el aeropuerto de Barajas es o no territorio español y cuál es el Gobierno reconocido y efectivo de Venezuela. El territorio de un Estado comprende la superficie terrestre -con su prolongación sumergida, que es la plataforma continental-, también sus espacios marítimos de soberanía (aguas interiores y mar territorial) y, sobre todo, su prolongación vertical, el espacio aéreo. Desde los romanos, quien es dueño del suelo es dueño del vuelo. Por tanto, desde que el avión de Delcy Rodríguez cruzó la frontera aérea española pisó desde el aire el territorio español en su dimensión de espacio aéreo. Precisamente, el Reglamento 2017/2063 del Consejo -que desarrolla las sanciones por tráficos ilícitos militares e informáticos con Venezuela- define que el "territorio de la Unión" al que se refieren las prohibiciones son "los territorios de los Estados miembros, incluido su espacio aéreo".
Algunos medios de comunicación atribuyen a supuestos informes policiales que la vicepresidenta Rodríguez "no pisó suelo español". No sé qué es "suelo" español; pero sé lo que es el territorio español. Es posible que Delcy levitara; aun así, estuvo en España. O, aunque la llevara en brazos por las pistas del aeropuerto el robusto ministro o su fornido guardaespaldas, también estuvo en el territorio español. Fueron muchas horas, durante el sobrevuelo al entrar y salir de España, y mientras deambuló por la zona de tránsito del aeropuerto de Barajas durante toda una noche. Los ministros debían hacer un curso acelerado de formación profesional para conocer qué comprende el territorio del Estado que van a administrar. Y quizá también la Policía Nacional y los medios de comunicación.
Todo el espacio ocupado por un aeropuerto internacional, como el de Barajas o el del Prat en Barcelona, es territorio español. En los aeropuertos no hay ninguna frontera o línea fronteriza y no hay tierra de nadie; en ellos se ejerce la función soberana del control fronterizo. No hay espacios muertos. Todo su terreno es territorio español. Periodistas y políticos, Ábalos y toda la indigencia intelectual del Congreso de los Diputados aceptaron la fantasía de una inexistente zona internacional al margen del territorio nacional en el aeropuerto internacional.
Es falsa e inaceptable la denominación de zona internacional de un aeropuerto, pues no goza de estatuto internacional salvo en la fantasía de periodistas y políticos. La denominación da a entender algo falso, que escapa a la soberanía y al ordenamiento territorial. Cualquier conducta o acto delictivo cometido en esa zona se somete a la ley y jurisdicción española; no es una terra nullius o sin soberano. Esas zonas son técnicamente zona de tránsito dentro del territorio nacional a fin de ejercer la función de control fronterizo que es imposible hacer en el aire en el preciso momento del cruce de la frontera aérea, o dentro del avión al aterrizar, o cuando bajan la escalera o salen del finger. Si alguien no reúne las condiciones para la admisión se queda en esas salas próximas o zonas de tránsito, previa o liminar al cruce formal del puesto fronterizo, hasta que se resuelva su devolución, o su detención, o solicite asilo. Ni mentiras ni fantasía.
Al referirse a personas físicas, la Decisión 2017/2074 del Consejo de 13 de noviembre de 2017 explicita que a los sancionados venezolanos no se les puede permitir que entren ni en zonas de tránsito. La prohibición para el ingreso es en la totalidad del territorio de soberanía. No pueden entrar en el espacio aéreo ni para escala técnica. Se ha dicho que fue escala técnica, falso; la escala técnica, según las normas de la OACI, solo se permite para repostar o reparar daños graves en la aeronave o atender a personas en extrema gravedad. Al desembarcar personas (como el ministro de Turismo) o mercancías (maletas camufladas como valija diplomática) ya fue una escala ordinaria. Pero en escala técnica siguen estando en territorio español. La jurisprudencia del TJUE, del de Estrasburgo y del Tribunal Constitucional (Auto 66/1996) no dejan dudas: "No cabe... deducir que la llamada zona internacional del aeropuerto... no sea territorio español. Tanto el espacio aéreo como los aeropuertos están sometidos a la soberanía española".
La vicepresidenta venezolana entró en territorio español al cruzar el espacio aéreo aunque no pasara por el control fronterizo. Por tanto, el Gobierno de España violó la prorrogada Decisión 2017/2074 y la Decisión 2018/901 que le prohíbe expresamente a ella la entrada en la UE. Y se motiva en la Decisión: "Por usurpar las funciones de presidenta de la Asamblea venezolana [las de Guaidó] al presidir la inconstitucional Asamblea constituyente creada por Maduro sin respetar la propia Constitución chavista. Maduro no respeta al Parlamento venezolano de mayoría opositora, tras negarse a reconocer el triunfo de la oposición en las elecciones y falsear los resultados".
Y fue una deliberada violación del Derecho de la UE por España. La Administración aeroportuaria de destino tiene siempre información exacta de todo avión público o privado o comercial extranjero que solicita autorización para aterrizar y de las personas que viajan en él. El Ministerio del Interior sabía quién venía pues todo ingreso en el territorio español, como en toda la UE, requiere controles cruzados con sistemas electrónicos (Sistema de Información Schengen, SIS II) con descripción de nacionales de terceros países a efectos de denegación de entrada o de estancia. El Ministerio del Interior debió haber comunicado que no autorizaba el aterrizaje y, por tanto, no debió despegar con destino Madrid o se desviado a un tercer Estado (Marruecos). Moncloa no está por encima de la ley.
La prohibición de viaje a la vicepresidenta venezolana es de junio de 2018; desde entonces su nombre estaba en el sistema informático de la UE. El Gobierno de Sánchez-Iglesias sabía que violaba una norma de la UE al autorizar su ingreso: "Queda prohibido participar, de manera consciente y deliberada, en actividades cuyo objeto o efecto sea eludir las medidas establecidas en la presente Decisión" (art. 10). Obviamente, el Estado no se sanciona a sí mismo, pero podría depurar responsabilidades políticas. Y al ser materia de política exterior no cabe la demanda de la Comisión ante el TJUE contra España. ¿Consecuencias cuando un Estado permite el viaje? Las que en los Estados democráticos tiene la mentira.
No voy a entrar en la trampa de gobiernos de facto o de iure. El único Gobierno reconocido por España y la inmensa comunidad internacional es el del presidente Nicolás Maduro, torturador y asesino, como se deduce del Informe de la socialista Bachelet por encargo de la ONU. No hemos roto relaciones diplomáticas con Venezuela y éstas son con el Gobierno efectivo, sea ilegal o ilegítimo, sean criminales y narcotraficantes (ya lo expuse en una tribuna el 7/02/2019, Reconocimiento y Derecho internacional). El resto es legítima presión política contra el tirano. Menos fantasmagorías sobre las presidencias de ficción sin control territorial. Y no magnifiquemos el incidente. Solo anuncia algo más grave que la ruptura de la política exterior: la quiebra del Estado de derecho. El poder político no está dispuesto a someterse a las leyes en España

jueves, 2 de enero de 2020

Las mentiras de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.


He aquí unos videos-resumen de lo que dijeron Pedro Sánchez, su ministro Ábalos y Pablo Iglesias hace apenas unos meses.

Veamos primero las "verdades" de Pedro Sánchez:

https://www.youtube.com/watch?v=XiadHEHtKzI

https://www.youtube.com/watch?v=hadCR6gbYAs&feature=youtu.be

https://www.youtube.com/watch?v=lOpZMffNRVE&feature=youtu.be

y lo que dijo su compañero de mentiras Ábalos.


Hasta su compañero de partido Perez Rubalcaba y exministro se lo advirtió.


Ahora veamos lo que decía, sin ninguna vergüenza, Pablo Iglesias.



Y a pesar de ello el pueblo español les dió la mayoría en las pasadas elecciones del 10 de Noviembre de 2019.

¡POBRE PUEBLO ESPAÑOL! Hasta donde has llegado. ¡Cómo te has dejado engañar! ¡Que gran problema tenemos en España con la educación de nuestra ciudadanía!

Ya lo expresó de forma clara el que fué su rey Amadeo I de Saboya (leer artículo de Jose Bidaria en este mismo blog: "Los españoles, el principal problema de España")